“Esto dice el
Señor, Dios de Israel: He escuchado tu oración’’
2Reyes 19, 20.
2Reyes 19, 9-11.
14-21. 31-35. 36; Salmo 47/48, 2-4. 10-11; Mateo 7, 6. 12-14.
‘He escuchado tu oración’ es la
respuesta que Dios da al rey de Judá, Ezequías, por el ministerio profético de
Isaías. Esta respuesta resulta reconfortante para quien se encuentra en
situaciones verdaderamente difíciles. Y revela no sólo la gran misericordia de
Dios, su cercanía y su interés por los hombres. Dios se interesa por los
hombres porque los ama.
'He escuchado tu oración' |
Pero al mismo
tiempo la respuesta que Dios da pone de manifiesto el reconocimiento de las
propias debilidades, fragilidades y miserias de quien ora. El que ora es el rey
Ezequías, un hombre de corazón humilde, se trata de un hombre justo, de él se
dice que: «agradó con su conducta al Señor como su antepasado David. Puso su
confianza en el Señor Dios de Israel y no hubo en Judá rey como él, ni entre
sus sucesores ni entre sus antecesores. Vivió unido al Señor, sin apartarse de
él, y cumplió los mandamientos que el Señor había ordenado a Moisés. El Señor
estuvo con él, y por eso triunfó en todo lo que emprendió», 2Reyes 19, 3. 5-7.
Por eso, podemos decir que la oración del justo penetra los cielos. Aquí está
una catequesis hermosa, ¿incluyo a Dios
en todas las metas que me propongo? ¿mi vida gira entorno a Dios? ¿busco
afanosamente a Dios sólo cuando estoy en aprieto? ¿es grande la confianza que
tengo en Dios? ¿sé esperar pacientemente la respuesta de Dios y dejo que Él me
salve a su manera y no bajo mis condiciones y criterios?
Cuando Ezequías
rey de Judá ora delante de Dios reconoce la grandeza y la omnipotencia de Dios,
y sabe situarse, se percibe a sí mismo como creatura de Dios: «Señor, Dios de
Israel, que estás sobre querubines, tú eres el único Dios de todas las naciones
del mundo, tú has hecho los cielos y la tierra», v. 15. Reconoce que Dios está
cerca y la manera como habla denota la confianza amigable y el conocimiento que
tiene de Dios, aunque utilice para ello palabras antropomórficas pues le dice:
«Acerca, Señor, tus oídos y escucha; abre, Señor, tus ojos y mira», v. 16. Este
versículo nos refiere que Dios no es ajeno a los acontecimientos humanos, pero
tampoco es el Dios que está mirando para castigar a los que se portan mal. Dios
se hace cercano porque desea tener con el hombre una amistad franca, duradera,
de completa fidelidad. Dios se acerca al hombre para bendecirlo, para cuidarlo
pues sigue siendo el hombre su criatura perfecta.
En la oración,
Ezequías expone su causa y pone a Dios como quien puede hacerle justicia,
haciéndonos en tender que Dios es la roca perfecta, el salvo conducto que nunca
falla, la esperanza cierta en los días aciagos: «Oye las palabras con que
Senaquerib te ha insultado a ti, Dios vivo. Es cierto, Señor, que los reyes de
Asiria han exterminado a todas las naciones», vv. 16-17. El rey de Asiria se
burlaba de Ezequías, borracho de soberbia se jactaba de su poderío militar, seguro
de sí mismo no midió sus palabras y atentó contra el Altísimo diciendo: «que no
te engañe tu Dios, en el que confías, pensando que no será entregada Jerusalén
en manos del rey de Asiria», v. 10.
De ante mano,
sabemos que en la guerra todo se vale y que las estrategias para vencer al
enemigo asumen diversas formas y a veces no muy dignas de honor, no interesa
tanto el medio si el fin es vencer. La intimidación forma parte de la guerra y
eso, parece ser lo que el rey Asirio realiza. Lo contrastante es que esa
estrategia le ha funcionado con los otros pueblos y sus ídolos, pero con el
pueblo de Judá y el Dios verdadero no. Topa con la Roca eterna y se estrella.
Su arrogancia se pulveriza y su humillación es grande. Dios ‘pone’ el rostro
por su pueblo pues el ‘levanta del polvo a los desvalidos y desprecia la
actitud soberbia’.
Gracias
Señor porque siempre escuchas y respondes a quien te invoca. Concédeme ser
siempre fiel, un corazón humilde y que continuamente te busque. Que pueda hacer
de Ti el eje fundamental de mi vida y de todos mis proyectos.
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