Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo", Levítico 19, 2.
¿Pero que es ser santos? Es ser perfecto. La ley de santidad, el llamado o la orden que Dios dice al hombre, sean santos, porque yo, el Señor, soy santo, en Jesús Hombre-Dios, vemos el camino a recorrer, y en Él esta ley de santidad se convierte en camino de perfección, por eso dice: Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto, Mateo 5, 48.
Así que ser santos o perfectos que es lo mismo, es ante todo la convicción de caminar en la presencia del señor irreprochablemente, pues el texto bíblico lo confirma: camina en mi presencia y sé perfecto, Gn 17, 1. O bien, como explica san Pablo en la carta a los Efesios que nos ha elegido y nos ha creado por amor para ser santos e inmaculados en su presencia, 4. La santidad y la perfección consiste en caminar sin mancha en la presencia de Dios, es decir, caminar de virtud en virtud. Y la virtud consiste en tener buenos y maravillosos hábitos con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la creación. Estos hábitos deben tener como plataforma el amor y la comunión. Todo por amor nada sin amor. El amor a Dios, al prójimo como a uno mismo, el amor que se expresa como cuidado de la casa común. Todo el que ama busca el bien en todo y con todos. Esa es la clave de la santidad y de la perfección.
Dios que llama a la santidad es el que santifica al hombre, y el hombre que se ama así mismo como al prójimo, a la creación entera y a su mismo hacedor se santifica. La expresión santificado sea tu nombre dirigida al Padre celestial es en sí misma el reconocimiento en primer momento de que Dios es Santo y en segundo lugar que a partir de lo que el hombre realiza se extienda la santidad de Dios, pues todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios y tiene presente lo que a Dios le agrada y satisface. Así que podríamos sintetizar de un modo que la santidad consiste en hacer de la vida ordinaria todo bien.
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