domingo, 25 de enero de 2015

“El tiempo apremia”
1Corintios 7, 29.
Jonás 3, 1-5. 10; Salmo 24/25, 4-9; 1Corintios 7, 29-31; Marcos 1, 14-20.
“El tiempo apremia” nos dice hoy el apóstol Pablo en la segunda lectura como indicando que el tiempo pasa y no hay retorno, no se detiene, lo que hoy es mañana no será, indica una oportunidad que no debemos dejar pasar, por eso agrega: «porque este mundo es pasajero», 1Corintios 7, 31 enfatizando así que a pesar de la caducidad del mundo existen cosas que no pasarán y tienen la huella de lo eterno y divino, como dice Jesús: «Pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán», Mateo 24, 35. Por tanto, Pablo nos invita a vivir con calidad y que seamos sabios para emplear el tiempo adecuadamente, es decir, que nuestros días en este mundo nos esforcemos por apostar por lo que es  en verdad esencial, fundamental e importante.
También Jonás, nos narra la primera lectura, desarrolla su ministerio profético en un tiempo enmarcado por los tres días que son necesarios para recorrer la gran ciudad ninivita, le basta sólo un día proclamar: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida» para que la amenaza que se cernía sobre aquella ciudad les hiciera cambiar de actitudes a sus habitantes y alejar de ella la destrucción, Cfr. Jonás 3, 3-4. 10. Si ellos no hubiesen sabido aprovechar el tiempo que Dios le concedía para su corrección la catástrofe se hubiera dejado sentir.
A propósito de lo que estamos comentando recuerdo un pasaje en la Sagradas Escrituras que nos es muy provechoso aludir, se trata del libro del Eclesiastés: «Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa», 3, 1. Así que muy bien podríamos aplicar aquel dicho que dice “el tiempo es oro”.
Pero cometeríamos un grave error si pensáramos que el tiempo aquí aludido es aquella que marca el cronómetro. ¡No! El tiempo al que nos estamos refiriendo es uno de calidad y no de cantidad, es el καιρός (kairós), el tiempo de la gracia de Dios, el tiempo en el que Dios se hace presente en la vida del hombre, el momentum (momento) donde Dios “toca a las puertas de tu corazón”.
Y entonces, ahora podemos comprender mejor lo que Jesús dice cuando predica en Galilea: «Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio», Marcos 1, 15. Se trata de dos afirmaciones y dos imperativos.
La primera afirmación, “se ha cumplido el tiempo” indica que dentro de lo ordinario está aconteciendo lo extraordinario, ha llegado el inicio de un mundo nuevo, lo viejo y caduco se hace más evidente ante la presencia de Aquel que existía antes del tiempo: Jesús de Nazaret. Indica el καιρός, donde ya no se anuncia destrucción y muerte sino una opción por la vida, un modo de vivir mejor, donde todos son convocados y ninguno es excluido o marginado porque en Dios, que es Señor del tiempo, habrá siempre oportunidad. El tiempo se ha cumplido, porque Dios nos ha dado al Χριστός (Christós), es decir, al Mesías prometido, al Salvador del mundo y no hay que esperar a ningún otro, ninguna otra revelación o evangelio, pues está escrito: «Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo», Efesios 4, 5.
La segunda afirmación, “el Reino de Dios está cerca” porque el Hijo de Dios vive en medio de su pueblo, camina por la periferia y los confines del mundo, en los lugares difíciles y hostiles ha iniciado su predicación, eso es lo que evoca el que camine a las orillas del mar de Galilea. Dios se ha acercado tanto al hombre que ha invertido la escala de valores. Lo que para el mundo es valioso puede que para el Señor no lo sea. Lo que no tiene ningún valor para el mundo para el Señor lo tiene. Así, por ejemplo, los pobres, los menesterosos, los leprosos, los ciegos, tullidos, los publicanos, pecadores, etc., son los primeros destinatarios de la Buena Noticia de Dios. El Reino de Dios es amor y su Hijo Jesús lo da a conocer con palabras y obras. El Reino de Dios es servicio y misericordia y Jesús es el Misericordioso por excelencia y el Servidor por antonomasia.
El primer imperativo, “Conviértanse” evoca un cambio de mentalidad, una nueva idea, al que podemos denominar “idea fuerza” porque nos ayuda a escapar de nuestras cerrazones, abandonar nuestras categorías de pensamiento, a romper con todo aquello que impide crecer y realizarse. Y sin la cual no es posible que inicie el cambio o transformación alguna. Así por ejemplo, si mi “idea fuerza” es que “el amor de Dios es mucho más grande que mi propio pecado” no tendré miedo de buscar a Dios, que no se fija en mi pecado sino que centra su mirada totalmente en mí simplemente porque yo no soy mi pecado, mi pecado no agota mi persona. Y entonces, comprendo que convertirse es girar hacia Jesús, buscar su rostro. Jesús me dice conviértete y es como si dijese voltea a verme y fíjate cómo estoy haciendo las cosas para que tú hagas otro tanto. Convertirse a Jesús es el inicio del mundo nuevo que el Señor inicia en la historia de los hombres, con la conversión a Jesús da comienzo la verdadera revolución de Dios, revolución de amor y de servicio.
El segundo imperativo, “crean en el Evangelio”, una vez que hemos girado para ver a Jesús, lo hemos hecho para depositar la confianza en él, pues es Jesús la Buena Noticia que Dios ha dado al mundo. En Jesús Dios Salva al mundo. Y la manera cómo lo está haciendo es real que no cabe ya la duda. Por eso se presenta como el Camino o modelo a seguir e imitar. De ahí, que al elegir a sus primeros amigos en la cotidianidad de la vida, no ha elegido a los ojos del mundo a los mejores y sin embargo hace mejor a los que elige, no elige quizás a los más capaces pero si hace capaces a los que elige. Creer en Jesús, en el Evangelio vivo de Dios, es creer en la posibilidad de que cada hombre puede ser mejor cada día, es creer que Dios tiene el poder de sacar lo bellamente humano del hombre propiciando así un mundo nuevo por el hecho de hacer vida la civilización del amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario