martes, 21 de enero de 2014

“El Señor ve el corazón”
1Samuel 16, 7.
1Samuel 16, 1-13a; Salmo 88/89, 20-22. 27-28;  Marcos 2, 23-28.


El texto que hemos escuchado en la primera lectura inicia con la siguiente pregunta que el Señor Dios le dice al profeta Samuel: ¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de Israel?, 1Samuel 16, 1a. Y nos preguntamos ¿Por qué Dios ha rechazado a Saúl como rey de su pueblo Israel? Respondemos: por desobediencia.
Pero también el texto nos manifiesta en la actitud de Samuel la manera como todo discípulo debe servir al Señor, pues Dios le dice al profeta: ¡Llena tu cuerno de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey. Samuel contestó: ¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará, v. 1b-2. Hay que servir al Señor no sólo con docilidad a su palabra sino con astucia, inteligencia y valentía. Digo con astucia, inteligencia y valentía porque Samuel sabe lo que significa ungir a otro rey, por un lado: obediencia y docilidad a la palabra de YHWH, pero por el otro lado, la “aparente” traición al rey en turno, Saúl, lo que implica hacerse su enemigo y hacerse reo de muerte. Eso también se descubre en la actitud como los ancianos reciben al profeta: ¿vienes en son de paz?, v. 4. Esta pregunta nos deja entrever la existencia de rivalidades entre el pueblo, los que eran partidarios de Saúl y los que se encontraban a favor de YHWH representado en el ministerio profético de Samuel.
Me resulta un tanto disparatado, que sea solamente para el camino del mal cuando pongamos la mayoría de las veces a funcionar “el changuito”, pero que torpes nos volvemos cuando se nos pide que hagamos el bien. Por ejemplo, quien va a cometer un robo, asesinato, la venta de estupefacientes o drogas, el que le va poner los cuernos a su pareja, el que va a mentir, etc., se cuida, contempla todos los pormenores, muestra astucia, inteligencia y valentía para “destrozar” su vida y la de los otros, en ese sentido es más fácil destruir que construir, el pecado siempre dañará al hombre. Pero cuando se trata de organizarnos para el Bien Común, es cuando manifestamos desacuerdos, críticas, no jalamos parejo, no hacemos el bien ni dejamos que los otros lo hagan. ¿Qué ejemplos pueden ilustrarnos este tipo de actitudes? Tomemos como iluminación la pavimentación de las calles, hay quienes dicen que como no tienen autos no necesitan de ese servicio.
Pero ¿por qué el camino del bien encuentra más obstáculos para su realización? Porque cuando hacemos el mal, detrás de esa acción se encuentra una profunda actitud egoísta que busca saciar solamente el interés personal. Porque al hacer el bien no sólo se alcanza la realización personal sino al mismo tiempo se posibilita que los otros se beneficien y eso no gusta demasiado.
Lo disparatado no sólo está en el hecho de que no pongamos al servicio de Dios nuestras facultades sino en que no creamos que es posible hacer el bien y olvidamos que incluso contamos con su gracia y apoyo incondicional para la realización de cosas bellas y buenas.
 Pero cuando el Señor da una misión, no solo manda sino que otorga todo lo necesario para que su servidor pueda cumplir con su labor. De ahí, que el discípulo de Cristo ha de aprender a confiar en Dios, debe descubrir su presencia soberana y amorosa en cada acontecimiento de la vida, por eso es de vital importancia ejercitarse en la escucha de su Palabra, porque es en Ella donde encontrará consuelo y fortaleza. Eso es lo que descubro cuando el Señor le dice a Samuel: llevarás una ternera y dirás que vas a hacer un sacrificio al Señor. Convidarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que tienes que hacer; me ungirás al que yo te diga, v. 2-3. Incluso veo también que es “el sacrificio de la ternera” la que brindará la posibilidad de un nuevo rey. Porque permitirá que la familia de Jesé entre en comunión con el profeta y con Dios; y quienes preguntaron ¿vienes en son de paz? Ahora están unidos y serán testigos de la unidad que Dios concederá al ungirse otro rey. Además de que David es pastor de ovejas, cfr. v. 11. Dejará de ser pastor de “brutos” para ser pastor de hombres. En David Dios utilizará el ímpetu de los hombres israelitas para fraguar la identidad nacional de su pueblo.
En la vida no se puede tener todo, es más que necesario dejar atrás todas aquellas cosas que pueden impedir que se realice la misión. Samuel tuvo que dejar de lado su miedo y armarse de valor. David por su parte la vida campirana y aceptar la propuesta de Dios, los ancianos en cambio las rivalidades e involucrarse en un proyecto común de nación.
Pero sobre todo hermanos, la característica de todo discipulado es la atenta escucha a la Palabra de Dios, pues el texto dice: me ungirás al que yo te diga. En la Palabra de Dios encontramos el faro que nos guía en la inmensidad de este mar de la vida. En la escucha de su voz tenemos seguros el horizonte, el rumbo y la meta de llegada. Solamente con la Palabra de Dios podemos convertirnos en hombres prudentes, capaces de discernir cuál es la mejor opción que se ha de tomar en todos los aspectos de la vida. Porque el hombre prudente se detiene a reflexionar, analiza la realidad, se pregunta así mismo, les pregunta a los otros y se pregunta sobretodo cuál será la voluntad de Dios que hay que concretizar en ese momento crucial de su vida. Y cuando decide no se equivoca, porque no juzga por las apariencias. En ese sentido, descubro que el camino del discípulado no es la vía de lo aparente sino de la verdad objetiva. El discípulo por tanto no dice medias verdades o verdades a medias, sino que su senda es el camino de la Verdad, por eso su juicio está llamado a ser uno muy certero. Eso comprendo cuando YHWH le dice al profeta: No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón, v. 7. Se manifiesta incluso en la elección que Dios realiza un poco de misterio, porque elige “lo pequeño”, “lo débil”, “lo inútil” para confundir lo fuerte y sabio del mundo.
Entonces, ¿Dios se equivocó cuando eligió a Saúl? ¡No! Dios no se equivoca cuando llama y unge. Es el hombre que no responde adecuadamente porque no sabe escuchar, porque este Dios que le habló a Samuel cuando niño, el Dios que ungió a Saúl y a David como reyes de su pueblo, es el mismo que te ha ungido a ti en el Bautismo y el que te habla en cada acontecimiento de la vida ordinaria. ¿Estás listo para responderle adecuadamente?

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