“El Señor
ve el corazón”
1Samuel
16, 7.
1Samuel 16, 1-13a; Salmo 88/89, 20-22. 27-28; Marcos 2, 23-28.
El texto que hemos escuchado en la primera lectura inicia con la siguiente pregunta que el Señor Dios le dice al profeta Samuel: ¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de Israel?, 1Samuel 16, 1a. Y nos preguntamos ¿Por qué Dios ha rechazado a Saúl como rey de su pueblo Israel? Respondemos: por desobediencia.
Pero también
el texto nos manifiesta en la actitud de Samuel la manera como todo discípulo
debe servir al Señor, pues Dios le dice al profeta: ¡Llena tu cuerno de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén,
porque entre sus hijos me he elegido un rey. Samuel contestó: ¿Cómo voy a ir?
Si se entera Saúl, me matará, v. 1b-2. Hay que servir al Señor no sólo con
docilidad a su palabra sino con astucia, inteligencia y valentía. Digo con
astucia, inteligencia y valentía porque Samuel sabe lo que significa ungir a
otro rey, por un lado: obediencia y docilidad a la palabra de YHWH, pero por el
otro lado, la “aparente” traición al rey en turno, Saúl, lo que implica hacerse
su enemigo y hacerse reo de muerte. Eso también se descubre en la actitud como
los ancianos reciben al profeta: ¿vienes
en son de paz?, v. 4. Esta pregunta nos deja entrever la existencia de
rivalidades entre el pueblo, los que eran partidarios de Saúl y los que se
encontraban a favor de YHWH representado en el ministerio profético de Samuel.
Me resulta
un tanto disparatado, que sea solamente para el camino del mal cuando pongamos
la mayoría de las veces a funcionar “el changuito”, pero que torpes nos
volvemos cuando se nos pide que hagamos el bien. Por ejemplo, quien va a
cometer un robo, asesinato, la venta de estupefacientes o drogas, el que le va
poner los cuernos a su pareja, el que va a mentir, etc., se cuida, contempla
todos los pormenores, muestra astucia, inteligencia y valentía para “destrozar”
su vida y la de los otros, en ese sentido es más fácil destruir que construir,
el pecado siempre dañará al hombre. Pero cuando se trata de organizarnos para
el Bien Común, es cuando manifestamos
desacuerdos, críticas, no jalamos parejo, no hacemos el bien ni dejamos que los
otros lo hagan. ¿Qué ejemplos pueden
ilustrarnos este tipo de actitudes? Tomemos como iluminación la pavimentación
de las calles, hay quienes dicen que como no tienen autos no necesitan de ese
servicio.
Pero ¿por qué el camino del bien encuentra más
obstáculos para su realización? Porque cuando hacemos el mal, detrás de esa
acción se encuentra una profunda actitud egoísta que busca saciar solamente el
interés personal. Porque al hacer el bien no sólo se alcanza la realización
personal sino al mismo tiempo se posibilita que los otros se beneficien y eso
no gusta demasiado.
Lo
disparatado no sólo está en el hecho de que no pongamos al servicio de Dios
nuestras facultades sino en que no creamos que es posible hacer el bien y
olvidamos que incluso contamos con su gracia y apoyo incondicional para la
realización de cosas bellas y buenas.
En la vida
no se puede tener todo, es más que necesario dejar atrás todas aquellas cosas
que pueden impedir que se realice la misión. Samuel tuvo que dejar de lado su
miedo y armarse de valor. David por su parte la vida campirana y aceptar la
propuesta de Dios, los ancianos en cambio las rivalidades e involucrarse en un
proyecto común de nación.
Pero sobre
todo hermanos, la característica de todo discipulado es la atenta escucha a la
Palabra de Dios, pues el texto dice: me
ungirás al que yo te diga. En la Palabra de Dios encontramos el faro que
nos guía en la inmensidad de este mar de la vida. En la escucha de su voz
tenemos seguros el horizonte, el rumbo y la meta de llegada. Solamente con la
Palabra de Dios podemos convertirnos en hombres prudentes, capaces de discernir
cuál es la mejor opción que se ha de tomar en todos los aspectos de la vida. Porque
el hombre prudente se detiene a reflexionar, analiza la realidad, se pregunta
así mismo, les pregunta a los otros y se pregunta sobretodo cuál será la
voluntad de Dios que hay que concretizar en ese momento crucial de su vida. Y
cuando decide no se equivoca, porque no
juzga por las apariencias. En ese sentido, descubro que el camino del discípulado
no es la vía de lo aparente sino de la verdad objetiva. El discípulo por tanto
no dice medias verdades o verdades a medias, sino que su senda es el camino de
la Verdad, por eso su juicio está llamado a ser uno muy certero. Eso comprendo
cuando YHWH le dice al profeta: No te
fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve
como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón, v. 7. Se
manifiesta incluso en la elección que Dios realiza un poco de misterio, porque
elige “lo pequeño”, “lo débil”, “lo inútil” para confundir lo fuerte y sabio
del mundo.
Entonces, ¿Dios se equivocó cuando eligió a Saúl? ¡No!
Dios no se equivoca cuando llama y unge. Es el hombre que no responde
adecuadamente porque no sabe escuchar, porque este Dios que le habló a Samuel
cuando niño, el Dios que ungió a Saúl y a David como reyes de su pueblo, es el
mismo que te ha ungido a ti en el Bautismo y el que te habla en cada
acontecimiento de la vida ordinaria. ¿Estás
listo para responderle adecuadamente?
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