martes, 21 de enero de 2014


"La obediencian vale más que el sacrificio; la docilidad, más que la grasa de carneros"
1Samuel 15, 22b.
1Samuel 15, 16-23; Salmo 49/50, 8-9. 16-17. 21. 23; Marcos 2, 18-22.

El pasaje de la primera lectura tomada del primer libro de Samuel es un tanto oscuro, desconcertante diría yo. Porque Dios pide el exterminio del pueblo Amalecita.
          Es algo aterrador que nuestro Dios, el Señor de la Vida pida muerte. Y nos deja un tanto confundidos cuando el motivo que aparentemente justifica esa masacre raya en la locura, pues el texto afirma: Así dice el Señor Todopoderoso: Voy a pedir cuentas a Amalec de lo que hizo contra Israel, al cortarle el camino cuando éste subía de Egipto, v. 3.
          Pero como dice el sínodo de los obispos celebrado en Roma en 2008: A veces surgen dificultades en la lectura del Antiguo Testamento a causa de textos que contienen elementos de violencia, de injusticia, de inmoralidad o de escasa ejemplaridad incluso en figuras bíblicas importantes. Se necesita, por ello, una preparación adecuada de los fieles, 29. Es por eso que nos preguntamos por la catequesis que está de fondo en la narración que el escritor sagrado quiso transmitirnos.
           La catequesis que nos transmite la primera lectura es que YHWH es un Dios Único, que no tiene rival, así lo expresa muy claramente el libro del Éxodo cuando dice: Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, 20, 5. Y al declarar el exterminio del pueblo Amalecita significa que el pueblo debe desterrar de su corazón todo tipo de idolatría, toda clase de injusticias y de pecados, porque estas actitudes son contrarias a YHWH.
          Por eso el profeta Samuel le dice al rey Saúl: La rebelión contra Dios es tan grave como el pecado de hechicería, y la obstinación, como el crimen de idolatría, 1Samuel 15, 23. Rebelarse es oponerse, es negarse a seguir lo mandado, es no querer estar bajo la autoridad.
         Al rey Saúl se le olvidó que ha sido YHWH quien lo constituyó rey de su pueblo y por eso le debe no sólo respeto, gratitud sino también obediencia, el rey es sólo administrador y servidor del pueblo no su amo, por eso Samuel recuerda su origen, para que ponga sus pies sobre la tierra y destierre de su corazón actitudes de grandezas que son sólo vanidades que no alimentan a ninguno y siempre dejan con hambre al que lo propicia y sufrimiento a quién lo vive: Aunque a tus propios ojos no valías nada, ¿no llegaste a caso a ser el jefe de Israel? El Señor te ungió como rey de Israel, v. 17. Y le pregunta: ¿por qué no has obedecido al Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín haciendo lo que el Señor reprueba?, v. 19.
         Lo cierto es, que Samuel ha relativizado las palabras de YHWH, la ha interpretado según sus propios interesés, la ha acomodado a él. Y no le ha permitido a las palabras de YHWH que sean ellas quienes iluminen su corazón. Desechó las palabras de YHWH, le quitó la autoridad y le arrebató el Señorío que le correspondía y se proclamó así mismo Señor, he aquí, el pecado de idolatría de Saúl.
          
          La obstinación es una idea necia, una tanto terca, testaruda, aun cuando sea equivocada o errónea. Vemos así, que termina prevaleciendo más el parecer del rey que la de YHWH. De ahí que Saúl diga: Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo para ofrecérselas en sacrificio al Señor, nuestro Dios, en Guigal, v. 24.
         Pero es Samuel quien descubre con la siguiente pregunta la voluntad de YHWH: ¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos o quiere que obedezcan su voz? La palabra obedecer, deriva del latín ob-audire, el cual  indica ya el sometimiento libre de la voluntad humana a la palabra escuchada. Así que la persona que obedece es aquella que sabe escuchar.
         Por otra parte, no debemos olvidar que la voluntad de Dios está manifestada en los diez mandamientos, por eso Moisés cuando le da a conocer al pueblo los mandatos y decretos de Dios les dice: Escucha, Israel, Deuteronomio 5, 1.
          Si Saúl no obedece a YHWH es porque su corazón ya no pertenece a Dios, Saúl ha dejado de escuchar la voz de Dios y se ha abandonado a merced de sus deseos desordenados. Por eso culmina la narración del texto con una frase dura y aleccionadora: Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza hoy como rey, v. 23. Y aquí es necesario prestar la atención debida, dice el Señor te rechaza como rey no le rechaza como hijo, pues Dios sigue amando al hombre aún cuando éste sea un pecador empedernido. Le quita del puesto asignado, porque si la cabeza se pierde puede corromper a todo el cuerpo, por eso le dará el mando a otro que haga transitar a su pueblo por la senda de la verdad y de la justicia.
         El evangelio nos da la pauta de cómo debe ser la relación que todo hombre y toda mujer debe entablar con Dios: la rectitud interior. Porque el verdadero ayuno tiene como finalidad comer el alimento verdadero, que es hacer la voluntad del Padre, Cfr. Juan 4, 34; Benedicto XVI. Ninguno puede presumir de hacer la voluntad del Padre si no obedece. Como tampoco es cierto de que uno ayune si no deja o rechaza toda clase de pecados. El trozo de tela nueva así como a vino nuevo, odres nuevos significa que solamente un corazón bien dispuesto es capaz de escuchar, obedecer y de hacer la voluntad del Padre.

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