sábado, 18 de enero de 2014

“Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”
Juan 1, 34.
Isaías 49, 3. 5-6; Salmo (39); 1Cor 1, 1-3; Juan 1, 29-34.
Toda persona humana es un ser relacional pero aún cuando se identifique con un grupo, viva y se exprese dentro de una comunidad, continua conservando su individualidad. Así que el sujeto que desea dar testimonio acerca de alguien del grupo lo hará bien si se conoce así mismo. De lo contrario su testimonio será confuso porque si no se conoce a sí mismo¿pretenderá conocer a su prójimo? Hoy Juan Bautista da su testimonio sobre Jesús y lo hace porque se conoce.
Juan se conoce
Él dice de sí mismo: «Yo no soy el Cristo. Le preguntaron: -Entonces ¿Eres Elías? Respondió: -No lo soy. ¿Eres el profeta? Respondió: -No. Le dijeron ¿quién eres?...Respondió:-Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor», Jn 1, 20-23. Dando a entender que era el canal, el vehículo por el cual había de fluir la palabra. Reconocía en ese sentido que él había sido enviado delante de su Señor, a preparar los corazones de los hombres para que fuesen capaces de acoger con generosidad al Mesías enviado por Dios, pues Juan dice: «Yo bautizo con agua. Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí; y no soy digno de soltarle la correa de su sandalia», v. 26-27. Con esto Juan expresa que su bautismo es sólo figura tenue de lo que el Mesías traerá. Por tanto, no puede arrebatarle al Mesías su derecho ni mucho menos usurpar su lugar. Al conocerse Juan, podía realizar con mucha claridad y transparencia su tarea y misión, siéndose fiel así mismo Juan alcanza también su realización personal. Juan sabía que el Señor lo «formó desde el seno materno, para que fuera su servidor; para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo», Is 49, 5. Pero tenía muy en claro que Él no era el Salvador. Por eso le escuchamos decir: «vine a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel», Jn 1, 31. Juan es relámpago, destello, rayo de luz pero reconoce que solamente el Mesías es «luz» para las naciones. Juan convoca y reúne al pueblo pero sabe que el Mesías es el Único quien hace posible que «la salvación» de Dios «llegue hasta los últimos rincones de la tierra», Is 49, 6. Juan se ha convertido por beneplácito de Dios en anunciador de la Palabra, mensajero, en un «Apóstol», precursor del Mesías, Cfr. 1Cor 1, 1.
En estos tiempos, que son los nuestros, cuan necesario y urgente se hace vivir en la honestidad, en la transparencia y la sencillez. Evitemos sacar ventaja y provecho de la imagen, de la identidad y obras que non nuestras; más bien, reconozcamos y hagamos promoción de la autoría del prójimo, porque actuando así no sólo reconocemos su valía sino también su creatividad y sobre todo nos convertimos en seres hospitalarios capaces de acoger a la persona integralmente.  Aquí Juan Bautista nos enseña que solamente esto será posible si uno hace de la humildad su estilo de vida.
Juan conoce al Mesías de Dios
El texto sagrado en dos ocasiones hace referencia que Juan Bautista no conocía al Mesías , Cfr. Jn 1, 31. 33. ¿Cómo fue entonces que Juan llegó a conocer al Mesías de Dios? Primero, porque fue dócil a la acción del Espíritu. Juan manifiesta una actitud obediente. Nuevamente resalta aquí su condición de ser «voz», un canal limpio, por donde fluye la voluntad divina. Haciendo Juan lo que Dios le pide abre la posibilidad del encuentro con el Mesías, pues sabe que en su tarea de bautizar el Mesías habría de manifestarse, Cfr. v. 31.
Pero del gentío que viene a él ¿Cómo supo quién era? De aquí se desprende una Segunda actitud de Juan. La cuál consiste en el estar atento, vigilante, con los sentidos despiertos, en constante apertura y en alta sensibilidad de lo divino, a semejanza de esas grandes “antenas parabólicas” que detectan las más finas señales del cosmos. Por eso sabe captar y escuchar lo que el mismo Espíritu de Dios le indica pues afirma: «el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo», v. 33.
Hermanos sólo quien tiene una auténtica y genuina experiencia de Dios sabe distinguir su presencia en la cotidianidad de su vida, esta es sin duda alguna la Tercera actitud que Juan nos enseña. Porque es el contacto cercano, perseverante, fiel y continúo que Juan tiene con lo divino lo que le ha facultado para descubrir su actuar, por eso nos dice: «Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él», v. 32.
Juan descubre que el Mesías es el Ungido del Señor, ya no con aceite sino con Espíritu de Dios. El Espíritu habita plenamente en Él. Por eso el Mesías es el Hombre del Espíritu, el gran comunicadordel Espíritu de Dios. Por eso descubre en Jesús de Nazaret, en su humanidad la presencia del Dios vivo. Dios está en Jesús de Nazaret, Jesús de Nazaret es Dios. Por eso nos dice:«Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios», v. 34.
Interesante por no decir complicado se vuelve el hecho de que ahora cada uno de nosotros está llamado a reconocer en cada ser humano la imagen viva de Dios. ¡Dios nos ayude! Pues en cada hombre y mujer habita el Espíritu creador de Dios, Cfr. Gén 2, 7.
El testimonio que Juan Bautista hace de Jesús es el siguiente:
Primero, nos dice que Jesús es el «Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo», Jn 1, 29 para indicar que Jesús de Nazaret es la respuesta, la solución que Dios nos ofrece a toda clase de opresión y de esclavitud, Él es el gran liberador, el que rescata de la prisión y de las mazmorras donde Satanás tiene prisionero al hombre.
Segundo, afirma que Jesús tiene «precedencia» sobre él porque «existía» antes que él (Cfr. Jn 1, 30) siendo que Juan nació primero que Jesús. Pero con esto el Bautista quiere indicar que es Jesús quien le dio a Él el ser, su existencia, en definitiva Jesús de Nazaret es el Creador y Juan es su creatura, obra de sus manos. 
Tercero, Juan vio «al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre» Jesús, Jn 1, 32 para indicar que Jesús es la “Casa” donde el Espíritu de Dios habita y actúa en plenitud.
Cuarto, Jesús es quien «ha de bautizar con el Espíritu Santo», Jn 1, 33 pues Juan practica un bautismo con agua, la purificación es por decirlo de un modo un hecho externo, pero con Jesús y su espíritu el verdadero renovamiento interior se hace posible y el hombre nuevo es ya una realidad que se hace visible.
Quinto, Jesús de Nazaret «es el Hijo de Dios», Jn 1, 34 pues así lo atestigua su propio Padre, Cfr. Mc 1, 11.
Llamados a dar testimonio de nuestra fe
Los cristianos hemos de ser a ejemplo de Juan Bautista testigos de Cristo Jesús y lo haremos adecuadamente si tenemos experiencia de Dios. Experiencia de Dios que nace, brota del encuentro íntimo con Jesucristo. ¿En dónde podemos encontrarnos con Jesús de Nazaret? En la escucha asidua de la palabra de Dios, en la oración personal y comunitaria, en los sacramentos, en el prójimo, en la creación. No se trata de transmitir un cúmulo de ideas y de pensamientos bonitos sino de una experiencia viva, actuante de Dios. La experiencia que se ha de transmitir es como Jesús de Nazaret ha venido cambiando, transformando la vida. El testigo de Cristo es el cristiano con vencido que Jesús es Dios, su único Salvador y Redentor, por eso ha adecuado todo su vida a Él y donde quiera que vaya vivirá en coherencia con su fe. De esta manera estarán dando testimonio de su fe en Jesús, porque «un testigo de Jesús demuestra con hechos su creencia, tanto en los momentos muy personales de su vida, como en su actuación pública: en la política, en la economía, en la universidad, en los medios informativos, en el deporte, en las fiestas, en las diversiones, etc. », Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. Ser testigo es luchar contracorriente pero unidos a Jesús de Nazaret encontraremos siempre nuevas fuerzas. No lo olviden.

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