“Elías se puso en camino y, siguiendo
las órdenes del Señor, se fue al torrente Querit, al este del Jordán”
1Reyes 17, 5.
1Reyes 17, 1-6;
Salmo 120/121, 1-8; Mateo 5, 1-12a.
Existe un pasaje en el libro del
Eclesiástico donde sintéticamente se nos narra el ministerio profético de Elías,
48, 1-11. La figura de Elías que se presenta en dicho libro es en verdad
impresionante: ‘su palabra quemaba como antorcha’ y por medio de ella realizó
prodigios admirables: hambre, muerte, hizo descender fuego del cielo, cerró los
cielos para que no lloviera, resucitó a un muerto, destronó a reyes, vio la
gloria de Dios, fue arrebatado en un carro de fuego y que en tiempos del Mesías
regresaría para reconciliar a los padres con los hijos y restaurar las tribus
de Israel.
Tu Palabra me da vida |
Pero en dicho
pasaje existen dos versículos que son totalmente reveladores y nos hace
comprender al mismo tiempo que todo lo que realizó Elías estaba respaldado por
la Palabra eterna de Dios. Se trata de los versículos 3 y 5. En éstos
versículos encontramos respectivamente las siguientes expresiones: «Por la
palabra del Señor» y «por la palabra del Altísimo». Aquí existe ya una
catequesis muy grande para la vida del cristiano, para la vida espiritual y
pastoral de la Iglesia inclusive. Y conviene preguntarnos: ¿La Buena Noticia que proclamamos es en verdad una gran noticia que
procede de Dios o son solo palabras humanas? Porque sin son solamente
palabras de hombre hemos de reconocer que por eso no hay conversión y por tanto
no se generan prodigios admirables en la vida de los oyentes.
El ministerio
profético de Elías tiene una relación íntima con la voluntad de Dios. Esto pone
en evidencia dos grandes actitudes del profeta, una de ellas representada en el
versículo 7 y la otra derivada del propio versículo. El versículo dice: ‘escuchaste’,
primera actitud. De la cual se desprende esta otra: fidelidad a la palabra
pronunciada (un depósito intacto). Pero ¿cómo
fue ‘capaz’ de escuchar Elías la voz del Señor? Es el Apóstol Santiago
quien nos ilumina y nos refiere que: «Elías, que era un hombre de nuestra misma
condición, oró fervorosamente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra
durante tres años y seis meses; oró de nuevo, y el cielo dio la lluvia y la
tierra produjo su fruto», 5, 17-18. Para darnos a entender que lo realizado por
Elías no ha sido cuestión de privilegio sino de la búsqueda continua del rostro
de Dios. Elías es un buscador incansable de Dios como lo puede ser también
cualquier hombre, varón o mujer, que tenga sed del Dios. Considero que hoy
hemos de pedir esa sed de Dios y podemos a hacer nuestra esa exclamación del
Salmista: «Como busca la cierva corrientes de agua, así, Dios mío, te busca
todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro
de Dios?», 41/42, 2-3.
La Palabra de Dios
es para el profeta el agua que refresca y sacia su sed, representada en la
primera lectura por la figura del ‘torrente Querit’. Y en la carta del Apóstol
Santiago por la ‘oración’. Pero incluso en este punto, hemos de reconocer, que
si no tenemos ‘sed’ y ‘hambre’ de Dios es debido a que existe una causa. ¿Cuál es? Porque la humanidad está llena
y saciada pero insatisfecha y no es feliz.
Y hoy descubrimos
que la palabra de Dios es para el profeta el alimento cotidiano, así lo enseña
el primer libro de los Reyes: «Los cuervos le traían pan y carne por la mañana
y por la tarde, y bebía el agua del torrente», 17, 6.
Porque resulta que
quien tiene hambre y sed de realizar la voluntad de Dios ese es feliz, y es
capaz de experimentar auténtico gozo, aunque no tenga el pan y el agua
material, así lo ha dicho Jesús en el Evangelio de este día: «Dichosos los que
tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque Dios los saciará»,
Mateo 5, 6.
Ahora, si el
hombre experimenta hambre y sed, pero tiene la sensación de estar lleno, es
momento de que reflexione y comience el ayuno, ‘la dieta espiritual’, la que
despoja de todo lo superfluo y que no es esencial para la vida del reino de los
Cielos. Este ejercicio del ayuno y de la ‘dieta espiritual’ es ponerse en
camino hacia el encuentro de Dios. Eso es lo que entiendo cuando el texto dice:
“Elías se puso en camino”.
Hoy
me has enseñado Señor que mi vida ministerial debe estar anclada en tu Palabra
para que sea fructífera. Tu Palabra es la garantía de la vitalidad pastoral y
de una auténtica espiritualidad. Dame hambre y sed de realizar siempre tu
voluntad. Amén.
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