“¿Qué haces aquí,
Elías?”
1Reyes 19, 13.
1Reyes 19, 9.
11-16; Salmo 26/27, 7-9. 13-14; Mateo 5, 27-32.
Han pasado ya cuarenta días y
cuarenta noches de su peregrinación y Elías el buscador incansable de Dios ha
llegado al Horeb, la montaña de Dios (Cfr. 1Reyes 19, 8). Su peregrinar nos
recuerda el peregrinar de Moisés y su encuentro con Dios en esa misma montaña
(Éxodo 3; 19; 33). Y aquí encuentro la primera enseñanza: Dios se hace el
encontradizo o más bien se deja encontrar o alcanzar. Dios responde a quien le
busca con sincero corazón. Pero esta búsqueda de Dios que el hombre puede
experimentar, aunque nace de su deseo y su voluntad humana, va precedido por la
llamada eterna del propio Dios, el cual dice, como explica bien el Salmista: «El
corazón me dice que te busque y buscándote estoy», 26/27, 8.
¿Por
qué busca Elías a Dios? El Salmista nos lo dice con una
expresión muy bella: «No rechaces con cólera a tu siervo, tú eres mi único
auxilio; no me abandones ni me dejes solo, Dios y salvador mío», v. 9. Elías es
un fugitivo, tiene miedo a morir, ha escapado del poder de Jezabel que lo
persigue por haber incitado al pueblo a que dieran muerte a los cuatrocientos
cincuenta profetas de Baal, Cfr. 1Reyes 19, 1-3; 18, 22. 40.
¿Qué haces aquí, Elías? |
Elías busca a Dios
porque desea confirmar que la acción que ha realizado es correcta. La expresión
del Salmista ‘No rechaces con cólera a tu siervo’ es el reconocimiento del
pecado. Elías fríamente podríamos decir es un asesino y no se justifica de
algún modo esta actitud. Y su caminar por el desierto ha sido el tiempo de su
purga, busca perdón, busca liberación y sanidad. Cuarenta días y cuarenta
noches, tiempo de su recorrido para llegar al monte del Señor, evoca ya, la
manera como el cristiano debe salir al encuentro de su Señor, con el
reconocimiento de la propia fragilidad, debilidad y pecado; con las obras
buenas, con los sueños, ilusiones, con los miedos y temores, etc., es decir con
auténtica sinceridad.
El desierto más
que un lugar geográfico es el símbolo de una toma de conciencia, de una lectura
introspectiva de la historia personal, pero desde la mirada de Dios, desde la
fe. Dios es quien ilumina y clarifica la conciencia y le hace al hombre capaz
de reconocer su pecado. Y en ese proceso doloroso de la toma de conciencia Dios
no se presenta como absoluto juez sino como Peregrino que ayuda a recobrar el
ánimo y los deseos por vivir y empezar de nuevo con fe viva y grande esperanza:
«De nuevo, el ángel del Señor lo tocó y le dijo: Levántate y come, pues te
queda todavía un camino muy largo», 1Reyes 19, 7. Este es el punto grandioso
del examen de conciencia, un reajustar el camino para avanzar, para crecer y
madurar humana y cristianamente.
El asesinato de
los profetas de Baal. Tiene un significado muy positivo y al mismo tiempo radical,
que no debe verse como justificación alguna para atentar con la vida de quienes
piensan y profesan una confesión de fe distinta a la cristiana. El cristiano
está llamado a ser gente de paz, de tolerancia e instrumento de reconciliación.
El significado positivo está en el hecho de no auto-engañarse, de querer vivir
una vida de fe un tanto comodina, según los criterios del mundo, una fe a la
medida y gusto personal, por eso el profeta llegó a decirles a sus coetáneos: «¿Hasta
cuándo van a andar cojeando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, sigan al
Señor; y si lo es Baal, sigan a Baal»,1Reyes 18, 21. Y es en este punto donde
también subyace la radicalidad del seguimiento, que implica el cortar de raíz
con todo aquello que puede contaminar, profanar, minar o pervertir el auténtico
culto del Señor.
El Señor en dos
ocasiones le pregunta a Elías ¿qué haces
aquí? (1Reyes 19, 9. 13). Y las dos veces le responde lo mismo: «Me consume
el celo por tu honra, Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han
abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus profetas;
sólo quedo yo y me andan buscando para matarme», 19, 10. 14. La expresión ‘me
consume el celo’ evoca un pasaje del evangelio de san Juan donde Jesús expulsa
a los vendedores del templo y lo hace violentamente, y esto les permitió a sus
discípulos recordar un pasaje de la Escritura donde se encuentra la siguiente
expresión y que aplicaron a Jesús de Nazaret: «porque me devora el celo por tu
templo y el insulto de los que te insultan cae sobre mí», Salmo 68/69, 10; Juan
2, 17. Así que muy bien, en un sentido digamos pasivo el profeta al decir ‘me
consume el celo por tu honra, Señor de los ejércitos’ lo que está dando a
entender es que está sufriendo profundamente por amor y ese padecimiento le
impulsa actuar haciéndole perder un tanto la cordura (piensen por ejemplo,
cuando a uno se la ‘rayan’ o se la ‘recuerdan’ es en verdad difícil el
contenerse).
Lo que ha venido
realizando Elías está en marcado en el amor a Dios y en el amor a su pueblo.
Dios quiere a sus hijos libres y la idolatría es perversión, es corrupción de
la identidad y es también esclavitud. Y cuando los derechos más fundamentales
de la humanidad están siendo profanados ¿qué
camino le queda al hombre tomar? Queda claro que la honra (Culto) de Dios es
también la honra (respeto) del hombre y viceversa.
Concédeme
Señor un profundo amor a Ti y a mi prójimo; el respeto por tus hijos es el
auténtico culto a Ti. Dame la gracia que necesito para no convertir en un
mercado tu casa y sobre todo para reconocerte presente en la Eucaristía y demás
sacramentos, y en el rostro de los pobres. Ayúdame a vivir como nos pide la
santa Madre la Iglesia el día domingo, día para fomentar las relaciones
interpersonales Contigo y los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario