sábado, 11 de junio de 2016

“¿Qué haces aquí, Elías?”
1Reyes 19, 13.
1Reyes 19, 9. 11-16; Salmo 26/27, 7-9. 13-14; Mateo 5, 27-32.
Han pasado ya cuarenta días y cuarenta noches de su peregrinación y Elías el buscador incansable de Dios ha llegado al Horeb, la montaña de Dios (Cfr. 1Reyes 19, 8). Su peregrinar nos recuerda el peregrinar de Moisés y su encuentro con Dios en esa misma montaña (Éxodo 3; 19; 33). Y aquí encuentro la primera enseñanza: Dios se hace el encontradizo o más bien se deja encontrar o alcanzar. Dios responde a quien le busca con sincero corazón. Pero esta búsqueda de Dios que el hombre puede experimentar, aunque nace de su deseo y su voluntad humana, va precedido por la llamada eterna del propio Dios, el cual dice, como explica bien el Salmista: «El corazón me dice que te busque y buscándote estoy», 26/27, 8.
¿Por qué busca Elías a Dios? El Salmista nos lo dice con una expresión muy bella: «No rechaces con cólera a tu siervo, tú eres mi único auxilio; no me abandones ni me dejes solo, Dios y salvador mío», v. 9. Elías es un fugitivo, tiene miedo a morir, ha escapado del poder de Jezabel que lo persigue por haber incitado al pueblo a que dieran muerte a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, Cfr. 1Reyes 19, 1-3; 18, 22. 40.
¿Qué haces aquí, Elías?
Elías busca a Dios porque desea confirmar que la acción que ha realizado es correcta. La expresión del Salmista ‘No rechaces con cólera a tu siervo’ es el reconocimiento del pecado. Elías fríamente podríamos decir es un asesino y no se justifica de algún modo esta actitud. Y su caminar por el desierto ha sido el tiempo de su purga, busca perdón, busca liberación y sanidad. Cuarenta días y cuarenta noches, tiempo de su recorrido para llegar al monte del Señor, evoca ya, la manera como el cristiano debe salir al encuentro de su Señor, con el reconocimiento de la propia fragilidad, debilidad y pecado; con las obras buenas, con los sueños, ilusiones, con los miedos y temores, etc., es decir con auténtica sinceridad.
El desierto más que un lugar geográfico es el símbolo de una toma de conciencia, de una lectura introspectiva de la historia personal, pero desde la mirada de Dios, desde la fe. Dios es quien ilumina y clarifica la conciencia y le hace al hombre capaz de reconocer su pecado. Y en ese proceso doloroso de la toma de conciencia Dios no se presenta como absoluto juez sino como Peregrino que ayuda a recobrar el ánimo y los deseos por vivir y empezar de nuevo con fe viva y grande esperanza: «De nuevo, el ángel del Señor lo tocó y le dijo: Levántate y come, pues te queda todavía un camino muy largo», 1Reyes 19, 7. Este es el punto grandioso del examen de conciencia, un reajustar el camino para avanzar, para crecer y madurar humana y cristianamente.
El asesinato de los profetas de Baal. Tiene un significado muy positivo y al mismo tiempo radical, que no debe verse como justificación alguna para atentar con la vida de quienes piensan y profesan una confesión de fe distinta a la cristiana. El cristiano está llamado a ser gente de paz, de tolerancia e instrumento de reconciliación. El significado positivo está en el hecho de no auto-engañarse, de querer vivir una vida de fe un tanto comodina, según los criterios del mundo, una fe a la medida y gusto personal, por eso el profeta llegó a decirles a sus coetáneos: «¿Hasta cuándo van a andar cojeando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, sigan al Señor; y si lo es Baal, sigan a Baal»,1Reyes 18, 21. Y es en este punto donde también subyace la radicalidad del seguimiento, que implica el cortar de raíz con todo aquello que puede contaminar, profanar, minar o pervertir el auténtico culto del Señor.
El Señor en dos ocasiones le pregunta a Elías ¿qué haces aquí? (1Reyes 19, 9. 13). Y las dos veces le responde lo mismo: «Me consume el celo por tu honra, Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo y me andan buscando para matarme», 19, 10. 14. La expresión ‘me consume el celo’ evoca un pasaje del evangelio de san Juan donde Jesús expulsa a los vendedores del templo y lo hace violentamente, y esto les permitió a sus discípulos recordar un pasaje de la Escritura donde se encuentra la siguiente expresión y que aplicaron a Jesús de Nazaret: «porque me devora el celo por tu templo y el insulto de los que te insultan cae sobre mí», Salmo 68/69, 10; Juan 2, 17. Así que muy bien, en un sentido digamos pasivo el profeta al decir ‘me consume el celo por tu honra, Señor de los ejércitos’ lo que está dando a entender es que está sufriendo profundamente por amor y ese padecimiento le impulsa actuar haciéndole perder un tanto la cordura (piensen por ejemplo, cuando a uno se la ‘rayan’ o se la ‘recuerdan’ es en verdad difícil el contenerse).
Lo que ha venido realizando Elías está en marcado en el amor a Dios y en el amor a su pueblo. Dios quiere a sus hijos libres y la idolatría es perversión, es corrupción de la identidad y es también esclavitud. Y cuando los derechos más fundamentales de la humanidad están siendo profanados ¿qué camino le queda al hombre tomar? Queda claro que la honra (Culto) de Dios es también la honra (respeto) del hombre y viceversa.

Concédeme Señor un profundo amor a Ti y a mi prójimo; el respeto por tus hijos es el auténtico culto a Ti. Dame la gracia que necesito para no convertir en un mercado tu casa y sobre todo para reconocerte presente en la Eucaristía y demás sacramentos, y en el rostro de los pobres. Ayúdame a vivir como nos pide la santa Madre la Iglesia el día domingo, día para fomentar las relaciones interpersonales Contigo y los hombres.

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