lunes, 20 de junio de 2016

“Pero ellos no escucharon y endurecieron su corazón como lo habían hecho sus padres, que no quisieron obedecer al Señor, su Dios”
2Reyes 17, 14.
2Reyes 17, 5-8. 13-15. 18; Salmo 59/60, 3-5. 12-14; Mateo 7, 1-5.
La caída del reino de norte (Samaría) es narrada por el escritor sagrado desde un punto de vista religioso vinculadas incluso a consecuencias de tipo económicos, políticos y sociales. El reino de Israel desaparece y la causa es haber pecado, no haberse arrepentido y volver la espalda al Dios verdadero, el que los había rescatado de la esclavitud en Egipto, por ir detrás de otros dioses y realizar prácticas abominables: «se hicieron dos becerros fundidos y una imagen sagrada, adoraron a todos los astros del cielo y dieron culto a Baal. Pasaron a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la adivinación y la hechicería, y se entregaron a todo lo que el Señor desaprueba, hasta colmar su indignación», 2Reyes 17, 16-17. Cumpliéndose así lo que el Salmista indica al exclamar: «Tú, Señor, nos has rechazado y no acompañas ya a nuestras tropas», 59/60, 12.
Bendice hoy y siempre
La catequesis es clara, el pecado es esclavitud y no sólo en el ámbito espiritual sino también en la dimensión material pues el narrador sagrado es muy claro al decir: «el Señor rechazó a toda la raza de Israel y la humilló entregándola en manos de saqueadores, hasta arrojarla de su presencia», 2Reyes 17, 20. Hay que recordar que el esclavo no posee nada como suyo, lo que indica pobreza, miseria, fatigas inútiles, enfermedades, amargura en el corazón al percatarse que se consume la vida sin dejar nada a su posteridad antes bien se le condena a la mista situación de esclavitud. No hay bendiciones, no hay crecimiento, no hay desarrollo, no hay paz.
El pecado distorsiona la imagen de Dios en el hombre; el hombre debería ser señor y dominador, pero por la ‘ley del más fuerte’ es sometido a situaciones injustas que le hacen experimentar una vida ‘de animal de carga’, ya no es el hombre compañero y ayuda adecuada para los otros hombres, son más bien por el pecado ‘animales racionales’ que se pueden explotar y hacer morir para que otros injustamente se enriquezcan.
El pecado hace desaparecer al pueblo porque hace perder la propia identidad, eso es lo que el Escritor sagrado da entender cuando dice que Salmanasar: «rey de Asiria conquistó Samaría y se llevó cautivos a los israelitas estableciéndolos en Jalaj, junto al jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media», v. 6. El pueblo israelita asumirá una nueva cultura, estará sujeto a gobernantes que no conocen a Yahvé, aprenderá una nueva lengua. Y la propia cultura se expone a la contaminación y mutación. Esta conquista cultural es la que más hondamente pega, porque trastoca los principios, valores, costumbres e historia particular del pueblo.
El pecado se propaga y contagia. Hay un versículo que es sorprendente y que nos enseña una vez más ‘que nadie experimenta en cabeza ajena’. El versículo es el siguiente: «Sólo quedó la tribu de Judá, aunque tampoco Judá cumplió los mandamientos del Señor su Dios, sino que imitó las costumbres de Israel. Por eso, el Señor rechazó a toda la raza de Israel», vv. 18-20. Considero que ésta es la exhortación que hoy la palabra de Dios nos dirige a cada uno. Es una invitación a reflexionar ¿el por qué las bendiciones que Dios derrama sobre sus hijos no se hacen realidad en algunos? Pues está escrito: «porque sólo yo sé los planes que tengo para ustedes, oráculo del Señor; planes de prosperidad y no de desgracias, pues les daré un porvenir lleno de esperanza», Jeremías 29, 11.
Hay necesidad de volverse al Señor con todo el corazón. La conversión del corazón trae bendiciones y enriquecimientos espirituales y materiales para la persona que aprende a confiar rotundamente en el Señor.
Señor, te doy gracias, hoy reconozco la imperiosa necesidad de volver a ti con un corazón bien dispuesto, con una voluntad firme de poner en práctica tus enseñanzas y mantenerme en el camino de la verdad, de la justicia y del amor con gran entereza y mucho mayor fidelidad.


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