jueves, 16 de junio de 2016

“¡Padre mío, padre mío, carro y caballería de Israel!”
2Reyes 2, 12.
Es la exclamación que Eliseo le dice a Elías cuando éste fue arrebato en un torbellino hacia el cielo, en un carro de fuego con caballos de fuego, Cfr. 2Reyes 2, 11. Y en esta exclamación de Eliseo podemos perfilar un rasgo característico del propio profeta: Una mirada muy aguda, que incluso puede penetrar con su mirada natural las revelaciones provenientes de los cielos. Este punto, hoy día es de suma importancia porque la vida del profeta se desarrolla de cara hacia la realidad circundante, no es ni debe estar ajeno a los acontecimientos de la vida humana. Es propiamente en los acontecimientos humanos donde el profeta debe descubrir las acciones divinas. Dios actúa e interactúa en el mundo de los hombres.
¡Veo los cielos abiertos!
Mirar la irrupción de Dios en la historia de cada ser humano es la finura del profetismo y eso solamente es posible si se cuenta con la gracia, el carisma o el don de Dios de mirar como Él ve. Y si Eliseo ve la manera como Dios se lleva consigo al profeta Elías significa que Eliseo posee el don profético. Dios ha elegido a Eliseo y la manera como la palabra nos narra este hecho es en verdad no sólo fantástica sino llena de misterio, es decir, ninguno puede atribuirse a sí mismo el don de profecía si no le es dado de lo alto.
Eliseo llama a Elías en este versículo que estamos meditando dos veces con el nombre de “Padre mío, padre mío” para dar entender que él es el heredero de la espiritualidad profética y se considera a sí mismo como el primogénito, pues está Escrito: «reconocerá al hijo de la aborrecida como primogénito, asignándole dos tercios de todo cuanto posea, pues es en primicia de su virilidad y a él le pertenece el derecho de primogenitura», Deuteronomio 21, 17. Aquí hay un punto que debe ser aclarado, y es el hecho de que Eliseo está pidiendo la parte correspondiente al primogénito, por eso le dijo a Elías: «Dame como herencia dos tercios de tu espíritu», 2Reyes 2, 9. Es una petición difícil y un tanto descabellada porque el ‘espíritu profético’ no se hereda, sino que es un Don de Dios. Por eso, Elías le responde: «es difícil lo que pides; pero si alcanzas a verme, cuando sea arrebatado de tu lado, lo obtendrás; si no, no lo obtendrás», v. 10.
De ahí, que le hayamos escuchado gritar a Eliseo: «¡Padre mío, padre mío, carro y caballería de Israel!», v. 12. Eliseo logra ver la manera como Elías es arrebatado hacia el cielo y obtiene la herencia que como primogénito le corresponde. Pero justo en este punto, reside otro hecho que merece explicación: ¿no importa que no se haya recibido el don si la fuerza de voluntad parece que puede alcanzarlo todo? Eso no es cierto. ¡No! Eliseo ya había sido elegido por Dios como sucesor de Elías, pues el mismo Señor le dijo a Elías en el monte Horeb: «Anda, regresa a Damasco por el camino del desierto y, cuando llegues, unge a…Eliseo, hijo de Safat, de Abelmejolá, como profeta sucesor tuyo», 1Reyes 19, 15. 16. Elías realizó lo indicado por el Señor según nos narra los versículos 19-21. Cuando Eliseo fue elegido por Elías, éste «pasó junto a él y le echo encima su manto», v. 19.
Así que, es importante considerar que en Israel se hereda cuando los padres han muerto, por eso, Eliseo recibe los dos tercios del ‘espíritu de Elías’ cuando éste deja el mundo de los hombres y entra en los cielos. Y esto viene representado simbólicamente en la narración haciéndonos saber que cuando Eliseo dejó de ver a Elías en el torbellino de fuego: «se quitó sus vestidos y los partió en dos. Recogió el manto de Elías, que se le había caído, y regresó a la orilla del Jordán. Tomó el manto de Elías y golpeó con él las aguas, al tiempo que decía: ¿Dónde está el Señor, Dios de Elías, dónde está? Golpeó las aguas que se dividieron, y Eliseo pasó el río», 2Reyes 2, 12-14. Eliseo cruza el Jordán invocando el nombre del Señor, cumpliéndose así el rito de su purificación (bautismo) y el inicio de su ministerio profético, como explica bellamente el Salmista: «la voz del Señor sobe las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales», 28/29, 3. Y en otra parte, la Escritura afirma: «Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo; en los ríos no te ahogarás», Isaías 43, 2. El Espíritu del Señor ha consagrado a Eliseo como profeta de su propiedad. Por eso, el grupo de profetas que observaba desde lejos a Eliseo, al verlo cruzar el Jordán sin mojarse rotundamente afirmaron: «¡El Espíritu de Elías se ha posado sobre Eliseo!», 2Reyes 2, 15.

Gracias te damos Señor Dios, porque tu riges el camino de los pueblos y de los hombres. Tú interactúas con los hombres y los llamas a tu servicio, para que sean en medio de sus hermanos, la voz que les exhorta a preparar el corazón para recibir el perdón por sus pecados. Señor concédeme la gracia de ser un auténtico servidor tuyo, que viva de cara al pueblo para leer de primera mano los signos de los tiempos. Amén.

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