“Permanezcan en mi
amor”
Juan 15, 9.
Jeremías 1, 4-9;
Salmo 109/110, 1-4; Hebreos 5, 1-10; Juan 15, 9-17.
Hay una canción italiana que lleva
por título “L’amore si muove”, una traducción literal sería ‘el amor se mueve’.
Existe en esa canción una estrofa que dice así, al menos en mi itañol: ‘el amor
se mueve, te lleva lejos si quieres, te toma por mano sin decirte dónde irás,
el amor se mueve y no hace ruido lo sabes, es un viento gentil que no te
abandona jamás’. La frase que me ha hecho ruido es precisamente eso: ‘que el
amor se mueve’. Y me ha hecho ruido porque hoy Jesús nos dice: “Permanezcan en
mi amor”, Juan 15, 9. Y precisamente sobre este versículo girará la
predicación.
La palabra
permanecer evoca durabilidad en el tiempo y exige también inmutabilidad, es
decir, la posibilidad de que no exista cambio alguno. Así que cuando Jesús
dice: “Permanezcan en mi amor”. Lo que el Señor Jesús nos está pidiendo es:
Un
amor exclusivo porque está Escrito: “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu
mente”, es decir, un amor que envuelva o involucre a la totalidad de la persona
enamorada: pensamientos, sentimientos y obras.
Un
amor no excluyente porque inmediatamente agrega: “y al
prójimo como a ti mismo”, Lucas 10, 27. Lo que significa que debe ser un amor
real, palpable y creíble para que pueda ser llamado auténtico ya que se nos ha
dicho: “Si uno vive en la abundancia y viendo a su hermano necesitado le cierra
el corazón y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?
Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad”, 1Juan
3, 17-18.
Un
amor incluso que se fragüe con el paso de los años, que no disminuya, sino que
se consolide y eche raíces profundas, de tal manera que ningún vientecillo de
poca monta la haga temblar, pues Jesús mismo enseña: “Pero
tengo algo contra ti: que has abandonado tu amor del principio”, Apocalipsis 2,
4.
Y
sobre todo un amor fecundo, que floree y dé muchos frutos.
Y eso sólo puede conseguirse si se ha bebido del amor de Dios: “quien tenga sed
venga a mí; y beba quien crea en mí. Así dice la Escritura: De sus entrañas
brotarán ríos de agua viva. Se refería al Espíritu que debían recibir los que
creyeran en él”, Juan 7, 37-39. Y en otra parte se afirma: “el fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
modestia, dominio propio”, Gálatas 5, 22-23. Comprendemos entonces que el amor
es la plataforma, los cimientos de las demás virtudes, amando es como se
florece.
Y hoy queridos
hermanos y hermanas con las ordenaciones presbiterales diocesanas de esta bella
diócesis y la acción de gracias que realizamos en esta cantamisa puedo afirmar
y sin temor a equivocarme, que “el pantano sigue floreciendo y que eso se ha
hecho realidad también aquí en la sierra” y les pregunto: “¿puede salir algo
bueno de Jalapa?”.
Hermanos y
hermanas: no hay otro modo de permanecer en el amor de Dios más que amando. Y eso
lo sabía muy bien el bienaventurado Francisco de Asís por eso oraba diciendo: “O
Divino Maestro, concédeme que no busque ser consolado sino consolar; ser
entendido sino entender; ser amado sino
amar. Porque es en el dar que recibimos, es en perdonar que somos
perdonados y es muriendo que nacemos a la vida eterna”
Amar
es un arte y por tanto se aprende. Toda la creación es
expresión del amor de Dios. Y el hombre cuando ama se convierte en el reflejo
de la gloria de Dios, pues ha sido creado a imagen y semejanza divinos, Cfr.
Génesis 1, 26. Pero, el hombre es también la expresión de un acto de amor de
sus padres. Así que, aunque el hombre haya sido creado por amor y engendrado en
el amor es torpe a la hora de amar. Comete muchos errores y ocasiona demasiadas
heridas cuando se atreve amar. Y hoy quien dice amar debe manifestarlo no sólo
por medio de las palabras sino también por las obras, para que sea un acto
creíble, Cfr. 1Juan 3, 18.
Si el amor se
aprende es entonces movimiento, porque “mueve” al que ama de la inexperiencia a
la experiencia; es una fuerza humana y sobrenatural que hace crecer y madurar
al amante; se trata de un movimiento de adentro hacia fuera y de afuera hacia
dentro, es un movimiento en espiral hacia lo divino; por eso no estamos
completos si solo amamos y no ‘sentimos’ que somos amados o correspondidos,
pues el amor requiere siempre de una buena dosis de reciprocidad.
Y es entonces
cuando nos preguntamos: ¿Cómo pueden permanecer en el amor unos esposos? ¿Cómo pueden
permanecer en el amor una familia? ¿Cómo pueden vivir en el amor los amigos y
compañeros de trabajo? ¿Cómo pueden hacer realidad el mandato del amor los
cristianos de hoy? ¿Cómo puede permanecer en el amor un sacerdote? El amor es
uno, pues está escrito: “Dios es amor”, 1Juan 4, 8. 16. Y en otra parte la
escritura afirma: “uno es Dios, Padre de todos, que está sobre todos, entre
todos, en todos”, Efesios 4, 6. Permanecer en un único y absoluto amor es el
mandato del Señor Jesús, un mandato que se extiende a todo hombre y no se
reduce a los cristianos, aunque para los cristianos el amor sea la propia
identidad pues se dijo: “En eso conocerán que son mis discípulos, en el amor
que se tengan unos a otros”, Juan 13, 35.
Así que Padre
Víctor permanecerás en el amor:
-
Si te esfuerzas hacer vida los
mandamientos de la ley de Dios y de nuestra madre la Iglesia.
Pero recuerda, “amar es cumplir la
ley entera”, Romanos 13, 10. Pero si en algún momento quebrantas la ley, no te
olvides que: el amor “deja atrás las ofensas y las perdona”, 1Corintios 13, 5.
Y acércate con confianza al Sacramento de la Reconciliación, pues “si
confesamos nuestros pecados, Él [Dios] es fiel y justo para perdonarnos los
pecados y limpiarnos de todo delito”, 1Juan 1, 9. Y esta experiencia del amor
redentor de Jesucristo debe llevarte a perdonar siempre, debe ser una súplica
constante en tu ministerio, perdonar y ser perdonado: “perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, Mateo 5, 12.
-
Si obedeces.
Recuerda que el término obedecer
deriva del latín ob-audire, que significa escuchar con atención. Y escuchar con
atención implica saber acoger la palabra que se pronuncia. Y Jesús te ha dicho:
“Permanezcan en mi amor”. Y tu obispo te preguntó: ¿prometes obediencia a mí y
a mis sucesores? Y la obediencia se vive concretamente en el trabajo pastoral
encomendado. Por eso has escuchado: “Y aunque era Hijo de Dios, aprendió
sufriendo lo que es obedecer”, Hebreos 5, 8.
-
Si eres fiel a la palabra de Dios.
Lo que implica no tergiversarla.
Hacerla vida sí. Predicarla con valentía para consolar, animar, defender,
custodiar y alimentar el rebaño del Señor en este tiempo que son ‘tiempos
difíciles’. La predicación debe ser palabra de Dios y no vanagloria tuya. Y
esto implica, estudio, meditación y compromiso, pues has escuchado: “lo que yo
te mande dirás”, Jeremías 1, 7. Recuerda las palabras durísimas del profeta
Isaías: “son perros mudos incapaces de ladrar”, 56, 10.
-
Si realizas cada día con amor y solicitud
tu ministerio sacerdotal.
No sólo la celebración de los
sacramentos, sino como explica la carta a los Hebreos: con “peticiones y
súplicas, con clamores y lágrimas”, siendo compasivo y muy indulgente con
todos, 5, 2. 7.
-
Si eres amigo.
El decanato y las otras reuniones con
el presbiterio diocesano son una oportunidad bellísima para fraguar la amistad
y de custodiar tu ministerio sacerdotal. Pero allí donde te envíen te
encontrarás con muchos otros hermanos, a ellos te debes, y en ellos encontrarás
también la ayuda adecuada. Pero como dice el libro de proverbios: “Sean muchos
los que te saludan, pero amigo íntimo, uno entre mil; el amigo fiel es refugio
seguro; quien lo encuentra, encuentra un tesoro”, 6, 2. 14. Tu amigo es Jesús,
por eso dice: “Ustedes son mis amigos”, Juan 15, 14.
De acuerdo, si cada día aprendemos a amar no podemos quedarnos quietos
ResponderEliminarPor q el amor quema, el amor empuja, lo hace a uno activo