martes, 24 de mayo de 2016

“Permanezcan en mi amor”
Juan 15, 9.
Jeremías 1, 4-9; Salmo 109/110, 1-4; Hebreos 5, 1-10; Juan 15, 9-17.
Hay una canción italiana que lleva por título “L’amore si muove”, una traducción literal sería ‘el amor se mueve’. Existe en esa canción una estrofa que dice así, al menos en mi itañol: ‘el amor se mueve, te lleva lejos si quieres, te toma por mano sin decirte dónde irás, el amor se mueve y no hace ruido lo sabes, es un viento gentil que no te abandona jamás’. La frase que me ha hecho ruido es precisamente eso: ‘que el amor se mueve’. Y me ha hecho ruido porque hoy Jesús nos dice: “Permanezcan en mi amor”, Juan 15, 9. Y precisamente sobre este versículo girará la predicación.
La palabra permanecer evoca durabilidad en el tiempo y exige también inmutabilidad, es decir, la posibilidad de que no exista cambio alguno. Así que cuando Jesús dice: “Permanezcan en mi amor”. Lo que el Señor Jesús nos está pidiendo es:
Un amor exclusivo porque está Escrito: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente”, es decir, un amor que envuelva o involucre a la totalidad de la persona enamorada: pensamientos, sentimientos y obras.
Un amor no excluyente porque inmediatamente agrega: “y al prójimo como a ti mismo”, Lucas 10, 27. Lo que significa que debe ser un amor real, palpable y creíble para que pueda ser llamado auténtico ya que se nos ha dicho: “Si uno vive en la abundancia y viendo a su hermano necesitado le cierra el corazón y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios? Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad”, 1Juan 3, 17-18.
Un amor incluso que se fragüe con el paso de los años, que no disminuya, sino que se consolide y eche raíces profundas, de tal manera que ningún vientecillo de poca monta la haga temblar, pues Jesús mismo enseña: “Pero tengo algo contra ti: que has abandonado tu amor del principio”, Apocalipsis 2, 4.
Y sobre todo un amor fecundo, que floree y dé muchos frutos. Y eso sólo puede conseguirse si se ha bebido del amor de Dios: “quien tenga sed venga a mí; y beba quien crea en mí. Así dice la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva. Se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él”, Juan 7, 37-39. Y en otra parte se afirma: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio”, Gálatas 5, 22-23. Comprendemos entonces que el amor es la plataforma, los cimientos de las demás virtudes, amando es como se florece.
Y hoy queridos hermanos y hermanas con las ordenaciones presbiterales diocesanas de esta bella diócesis y la acción de gracias que realizamos en esta cantamisa puedo afirmar y sin temor a equivocarme, que “el pantano sigue floreciendo y que eso se ha hecho realidad también aquí en la sierra” y les pregunto: “¿puede salir algo bueno de Jalapa?”.
Hermanos y hermanas: no hay otro modo de permanecer en el amor de Dios más que amando. Y eso lo sabía muy bien el bienaventurado Francisco de Asís por eso oraba diciendo: “O Divino Maestro, concédeme que no busque ser consolado sino consolar; ser entendido sino entender; ser amado sino amar. Porque es en el dar que recibimos, es en perdonar que somos perdonados y es muriendo que nacemos a la vida eterna”
Amar es un arte y por tanto se aprende. Toda la creación es expresión del amor de Dios. Y el hombre cuando ama se convierte en el reflejo de la gloria de Dios, pues ha sido creado a imagen y semejanza divinos, Cfr. Génesis 1, 26. Pero, el hombre es también la expresión de un acto de amor de sus padres. Así que, aunque el hombre haya sido creado por amor y engendrado en el amor es torpe a la hora de amar. Comete muchos errores y ocasiona demasiadas heridas cuando se atreve amar. Y hoy quien dice amar debe manifestarlo no sólo por medio de las palabras sino también por las obras, para que sea un acto creíble, Cfr. 1Juan 3, 18.
Si el amor se aprende es entonces movimiento, porque “mueve” al que ama de la inexperiencia a la experiencia; es una fuerza humana y sobrenatural que hace crecer y madurar al amante; se trata de un movimiento de adentro hacia fuera y de afuera hacia dentro, es un movimiento en espiral hacia lo divino; por eso no estamos completos si solo amamos y no ‘sentimos’ que somos amados o correspondidos, pues el amor requiere siempre de una buena dosis de reciprocidad.
Y es entonces cuando nos preguntamos: ¿Cómo pueden permanecer en el amor unos esposos? ¿Cómo pueden permanecer en el amor una familia? ¿Cómo pueden vivir en el amor los amigos y compañeros de trabajo? ¿Cómo pueden hacer realidad el mandato del amor los cristianos de hoy? ¿Cómo puede permanecer en el amor un sacerdote? El amor es uno, pues está escrito: “Dios es amor”, 1Juan 4, 8. 16. Y en otra parte la escritura afirma: “uno es Dios, Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos”, Efesios 4, 6. Permanecer en un único y absoluto amor es el mandato del Señor Jesús, un mandato que se extiende a todo hombre y no se reduce a los cristianos, aunque para los cristianos el amor sea la propia identidad pues se dijo: “En eso conocerán que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros”, Juan 13, 35.
Así que Padre Víctor permanecerás en el amor:
-          Si te esfuerzas hacer vida los mandamientos de la ley de Dios y de nuestra madre la Iglesia.
Pero recuerda, “amar es cumplir la ley entera”, Romanos 13, 10. Pero si en algún momento quebrantas la ley, no te olvides que: el amor “deja atrás las ofensas y las perdona”, 1Corintios 13, 5. Y acércate con confianza al Sacramento de la Reconciliación, pues “si confesamos nuestros pecados, Él [Dios] es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de todo delito”, 1Juan 1, 9. Y esta experiencia del amor redentor de Jesucristo debe llevarte a perdonar siempre, debe ser una súplica constante en tu ministerio, perdonar y ser perdonado: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, Mateo 5, 12.
-          Si obedeces.
Recuerda que el término obedecer deriva del latín ob-audire, que significa escuchar con atención. Y escuchar con atención implica saber acoger la palabra que se pronuncia. Y Jesús te ha dicho: “Permanezcan en mi amor”. Y tu obispo te preguntó: ¿prometes obediencia a mí y a mis sucesores? Y la obediencia se vive concretamente en el trabajo pastoral encomendado. Por eso has escuchado: “Y aunque era Hijo de Dios, aprendió sufriendo lo que es obedecer”, Hebreos 5, 8.
-          Si eres fiel a la palabra de Dios.
Lo que implica no tergiversarla. Hacerla vida sí. Predicarla con valentía para consolar, animar, defender, custodiar y alimentar el rebaño del Señor en este tiempo que son ‘tiempos difíciles’. La predicación debe ser palabra de Dios y no vanagloria tuya. Y esto implica, estudio, meditación y compromiso, pues has escuchado: “lo que yo te mande dirás”, Jeremías 1, 7. Recuerda las palabras durísimas del profeta Isaías: “son perros mudos incapaces de ladrar”, 56, 10.
-          Si realizas cada día con amor y solicitud tu ministerio sacerdotal.
No sólo la celebración de los sacramentos, sino como explica la carta a los Hebreos: con “peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas”, siendo compasivo y muy indulgente con todos, 5, 2. 7.
-          Si eres amigo.

El decanato y las otras reuniones con el presbiterio diocesano son una oportunidad bellísima para fraguar la amistad y de custodiar tu ministerio sacerdotal. Pero allí donde te envíen te encontrarás con muchos otros hermanos, a ellos te debes, y en ellos encontrarás también la ayuda adecuada. Pero como dice el libro de proverbios: “Sean muchos los que te saludan, pero amigo íntimo, uno entre mil; el amigo fiel es refugio seguro; quien lo encuentra, encuentra un tesoro”, 6, 2. 14. Tu amigo es Jesús, por eso dice: “Ustedes son mis amigos”, Juan 15, 14.

1 comentario:

  1. De acuerdo, si cada día aprendemos a amar no podemos quedarnos quietos
    Por q el amor quema, el amor empuja, lo hace a uno activo

    ResponderEliminar