“Te pido por ellos; no te pido por el
mundo, sino por éstos, que tú me distes, porque son tuyos”
Juan 17, 9.
Imagino ese momento íntimo que Jesús
tuvo con sus discípulos, han terminado la cena de Pascua, es la última cena de
Jesús; la conversación se ha prolongado demasiado, el tiempo corre como el agua
en la acequia, ninguno tiene sueño, todos miran y escuchan atentamente al
Maestro. De pronto, Jesús se levanta y extiende sus manos y ora en voz alta al
Padre, no es un hecho extraordinario pues Jesús siempre ora. Así lo retratan
muy bien los evangelistas, y en cada una de sus oraciones, los discípulos
tienen un espacio muy importante. Los discípulos viven en la mente y en el
corazón de Jesús. No es la única vez que Jesús dice y revela lo que pide al
Padre en su oración, en otra ocasión se lo dijo a Pedro antes de que éste se
avergonzará de Él y terminara negándolo: “Simón, Simón, mira que Satanás ha
pedido permiso para sacudirlos como se hace con el trigo. Pero yo he rezado por
ti para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a tus hermanos”,
Lucas 22, 31-32. Jesús sabía que Pedro lo negaría, pero también reconoció que
el Apóstol se levantaría de donde había caído por la oración que había hecho en
favor de él.
Enciende una luz: por nuestras madres vivas y difuntas |
Jesús oraba. Jesús
ora incluso hoy por los suyos, pues como Sacerdote eterno está siempre
intercediendo por los suyos y “se presenta ante Dios a favor nuestro”, Hebreos
8, 1; 9, 24. Es maravilloso descubrirse amado. Estar en la mente y en el
corazón de alguien y que ese alguien ruegue por tu bien a Dios, ¿qué cosa es si
no auténtico amor, amor a Dios, amor al prójimo? De hecho, se trata de una obra
de misericordia espiritual: Orar a Dios
por vivos y difuntos. Y pone de relieve la afirmación de que en la Iglesia
existe una unidad expresada con los términos: “Comunión de los Santos”, pues todos los bautizados están constituidos
para el bien de los demás: “así el cuerpo [la Iglesia] va creciendo y construyéndose
en el amor”, Efesios 4, 16. Y el amor no sólo son palabras sino también obras
concretas, acciones y actitudes que se pueden ver, oler, tocar y hasta sentir.
La oración de
Jesús expresa pues el amor por sus discípulos, y la más grande manifestación
del amor es la fraternidad que se vive en la unidad y en la comunión en cada
uno de los miembros de la gran familia de Dios, los cuales han sido reunidos y
congregados bajo un solo cayado en el sacramento del Bautismo, pues ahí, fueron
consagrados al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Cfr. Mateo 28, 19. Por eso,
le escuchamos decir a Jesús: “los hombres que separaste del mundo para
confiármelos: eran tuyos y me los confiaste. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es
mío: en ellos se revela mi gloria”, Juan 17, 6. 10. La gloria de Dios se
manifestó plenamente en la Cruz de Cristo, donde entregó la vida por la
salvación de toda la humanidad, en ese sacrificio, se manifestó el amor de Dios
por el hombre. De ahí, que sea en el amor, expresados concretamente en la unidad
y en la fraternidad, como la Iglesia revela al mundo la gloria de Dios, porque “Dios
es amor”, 1Juan 4. 8. 16.
Jesús ora por su
Iglesia, porque los dejará por un tiempo hasta que vuelva en su gloria a juzgar
a vivos y muertos al final de los tiempos. Y su preocupación es la comunión por
eso le ruega al Padre diciéndole: “yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu
nombre, a los que mediste, para que sean uno como nosotros”, Juan 17, 11.
Señor
Jesús gracias por seguir orando por tu Iglesia de la cual formo parte a través de
mi Bautismo. Hoy yo también quiero orar por tu Iglesia Universal, nuestra Madre,
en la que has querido congregarnos y mantenernos unidos bajo el cayado de
Pedro. Ruego también por la Iglesia doméstica (La familia) por su unidad, por
la fraternidad y la comunión entre sus miembros. También, suplico por quienes
me han pedido una oración, por ellos y los suyos. Oramos por nuestras madres
vivas y difuntas. Y encendemos una vela en señal de la total comunión que existe
entre la Iglesia del Cielo, la que se encuentra purgando y la que todavía
peregrina hacia Ti, oramos unidos, para hacer visible la comunión de los
Santos.
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