viernes, 8 de abril de 2016

"Ayúdanos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es vana", Salmo 59/60, 13.



"Ayúdanos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es vana", Salmo 59/60, 13. Es la súplica que con fe elevamos al Señor en esta tarde! No tenemos donde reclinar la cabeza, estamos cansados y agobiados. El enemigo más grande en este momento no sólo es la muerte, es la duda, es lo inexplicable e incluso el 'misterio'; hay incluso voces, que quieren cambiar la dirección de la barca y hacerlo surcar otros mares, distintos al que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mi", Juan 14, 6. Es una lucha interna tremenda que nos estremece. Todos voltean a ver al pastor y el pastor solo guarda silencio; y busca afanosamente el rostro de su Señor, pues El le ha dicho: "Busquen mi rostro". Y el pastor que es también discípulo responde: "Mi corazón dice: Tu rostro buscaré, Señor: no me ocultes tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación", Salmo 26/27, 8-9.
La banalidad reside en el hecho de que no hay hombre que pueda pagar por su vida un rescate para sustraerla del abismo de la muerte. Cada día que pasa, cada instante nos acercamos sigilosamente a su umbral. Por eso, está escrito: "!Ay, nadie puede librarse ni pagar a Dios su rescate!, es tan caro el precio de la vida, que jamás podrán pagarlo. ¿Podrá vivir eternamente sin tener que ver el sepulcro? Mira, los sabios mueren lo mismo que perecen ignorantes y estupidos, y legan sus riquezas a extraños", Salmo 48/49, 8-11. La muerte es una realidad dura y con los míos lo he experimentado seguidamente. Todos moriremos. Pero la fe, nos sale al paso y nos recuerda: "El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?", Salmo 26/27,1.7; y El ahora me habla y me dice: "Yo soy la resurrección y la vida. Quién cree en mí, aunque muera,vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿LO CREES?", Juan 11, 25-26. Sí, Señor, creo en Ti.

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