miércoles, 13 de abril de 2016

"Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra", Hechos 8, 4.



El evangelio de Jesucristo no se circunscribe a un sólo espacio y tiempo, a un grupo de personas, a una cultura, etc. El evangelio tienen como destinatario al hombre, a la humanidad entera. Mientras el hombre viva el evangelio tendrá que proclamarse, no importa si ya se ha escuchado y aceptado o no se haya aún dado a conocer. El evangelio siempre tocará la realidad de un modo o de otro, porque el evangelio es una palabra que se renueva cada mañana ahí donde es anunciada.
Es un misterio, que aún sigue sorprendiendo, la propagación del evangelio a pesar de que exista persecución. Y es entonces cuando el anuncio evangélico se torna de una belleza y una mística propia: el martirio de los mártires, el anuncio no sólo con las palabras sino con la propia vida.
Incluso ahora, frente al mar, es una oportunidad para anunciar el evangelio con lo que uno hace sin que se pronuncie la palabra.
Señor, permítenos anunciar tu palabra con valentía, con la propia vida, con nuestros gestos y palabras, con nuestras acciones, en nuestras recreaciones y convivencias, en nuestro descanso y juego, en nuestros sueños y proyectos. Danos la fuerza de tu espíritu para realizarlo siempre con mucha creatividad, con el entusiasmo, el método y la pedagogía necesaria.

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