Es un misterio, que aún sigue sorprendiendo, la propagación del evangelio a pesar de que exista persecución. Y es entonces cuando el anuncio evangélico se torna de una belleza y una mística propia: el martirio de los mártires, el anuncio no sólo con las palabras sino con la propia vida.
Incluso ahora, frente al mar, es una oportunidad para anunciar el evangelio con lo que uno hace sin que se pronuncie la palabra.
Señor, permítenos anunciar tu palabra con valentía, con la propia vida, con nuestros gestos y palabras, con nuestras acciones, en nuestras recreaciones y convivencias, en nuestro descanso y juego, en nuestros sueños y proyectos. Danos la fuerza de tu espíritu para realizarlo siempre con mucha creatividad, con el entusiasmo, el método y la pedagogía necesaria.
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