jueves, 14 de abril de 2016

"Había ido en peregrinación a Jerusalén", Hechos 8, 27.




El peregrino es un hombre de búsqueda, corazón inquieto que no está conforme y que aspira siempre más. Pueden ser muy variadas sus motivaciones del andar. Hay quien lo vive muy religiosamente, hay quienes se han convertido en tales por ser amigos de aventuras, por soledad, por emplear incluso el tiempo y hacerlo un tanto fructuoso; los hay también porque ven una oportunidad de entrar en contacto con la naturaleza o bien, una manera de recreación y trabajo. Peregrino es pues el hombre de espíritu libre, no hay que confundirlo con quien no tiene un punto claro o fijo en el mundo. El peregrino no tiene por decirlo de un modo carta de ciudadanía y al mismo tiempo es ciudadano del mundo. No tiene a donde ir y sin embargo encuentra siempre puntos de encuentro y de relaciones fraternas. 
El peregrino cristiano es un hombre o mujer que busca afanosamente el rostro de su Señor, que a puesta por una renovación no sólo interior sino exteriormente, de restauraciones profundas de las relaciones interpersonales y sobretodo consigo mismo.
Pero en un sentido más amplio podemos incluso afirmar que toda persona es peregrina porque se sabe que en este mundo va de paso. Existe pues un movimiento reversible, interno-externo y externo-interno. Las avatares de la vida son siempre experiencias ricas de aprendizajes no sólo aquellas positivas sino también aquellas que están marcadas por el dolor de la propia existencia, basta recordar lo que implica el hecho de cada nacimiento.
El peregrino etíope de judio practicante pasó a ser un cristiano convencido de la resurrección de Jesucristo. Encontró lo que su corazón anhelaba, la esperanza cristiana que libra de toda pena y frustración, de una vida vacía y sin sentido. Ahora se reconoce hijo de Dios y comprende cuánto vale a los ojos de su Dios, al saber que Jesus derramó su sangre para que pudiera entrar en la eternidad de una vida que es plenitud y que sacia de una vez y para siempre su corazón inquieto. A este peregrino, funcionario real, puede aplicársele muy bien, las palabras del apóstol Pablo: "Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo", Filipenses 3, 20.
Ahora, continuará siendo peregrino pero con un horizonte ultraterreno, que le hará vivir en la tierra comprometiéndose con su realidad temporal pero sin cerrarse en ella. Descubrirá en su camino personal la huella de su Señor resucitado que vive y actúa con poder en la historia personal de cada sujeto. Ese seguirá siendo su itinerario personal de vida pues jamás dejará de ser peregrino aún cuando se encuentre a cada paso con su Señor Dios.

1 comentario:

  1. Así es padre, por fortuna solo somos peregrinos en este mundo y algún día llegaremos al destino final
    Y ese peregrinaje debe de irnos haciendo mejor, asercandonos cada ves al Creador y merecedores de esa habitación, dónde terminará nuestro peregrinar
    Sabe, los q más me conmueven y me hacen mucho pensar, es esas personas q están olvidadas, desprotegidas y q no,tienen donde recostar su cabeza y refrescar sus pies.
    Esa si es una pesada cruz
    Saludos padre, un fuerte abraso

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