martes, 26 de abril de 2016

"Pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado", Juan 14, 31.


San Pablo en una de sus cartas explica muy claramente a la comunidad de Colosas que Jesucristo es el Hijo querido de Dios y que "Él es imagen del Dios invisible", Colosenses 1, 15. Con ello, el Apóstol tiene la pretensión de declarar que Jesús es el Cristo, Creador y Salvador, centro y clave del universo y de la historia humana. Dejando asentado que Dios tiene el poder de irrumpir en la historia de la humanidad sin violentarla, adecuándose a ella, restaurándola desde su profundidad, cosa que ha logrado con la Encarnación (El gran principio de la pedagogía divina y pastoral de Jesús y de la vida de la Iglesia). Por eso, Dios dice sentado en su trono donde reina vivo por toda la eternidad: "Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas", Apocalipsis 21, 5.
En pocas palabras, Dios hace nueva todas las cosas con su proyecto de amor. Y Jesús nos enseña cómo Dios nos ama. Y lo que está dispuesto hacer por amor en favor de cada persona humana. Por eso, le hemos escuchado decir a Jesús: "pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre". ¿Y cómo pone de manifiesto Jesús el amor por su Padre? Él mismo lo explica cuando agrega: "y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado", Juan 14, 31.
Amor y obediencia están íntimamente relacionados. El amor sería aquí el dinamismo que impulsa a obrar a Jesús y la obediencia la concreción de ese amor. Declaración del amor al Padre con palabras y obras. Y eso es sumamente revelador porque sin obras las promesas (las palabras) se convierten en demagogia, poesía si queremos para no infravalorar la expresión que comúnmente se dicen los enamorados: "te amo". En este mismo sentido, san Juan tiene todavía algo que decirnos: "Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad", 1 Juan 3, 18. El apóstol Santiago también nos dice algo al respecto, pero lo explicaremos más adelante.
Cuando uno ve a Jesús cómo se relaciona con las distintas personas que le buscan (actitud), lo que realiza a favor de ellas (recta intención) y el modo como comparte los alimentos, las bebidas, sus propias experiencias y conocimientos (acompañamiento: convivencia) nos revela la presencia de un espíritu extraordinario, genuino y puro, que sin temor podríamos emplear y que los evangelistas también lo señalan: COMPASIÓN. Cfr. Mateo 9, 36; Marcos 6, 34 y también Lucas 10, 2.
Que Jesús tenga compasión nos revela el nivel de empatía que poseía, por eso le observamos que sentimientos de tristeza le embargan su corazón al ver padecer a alguien y eso le impulsa a obrar en su favor para aliviar, remediar o evitar el dolor y el sufrimiento ajeno. Uno puede decir que Jesús era solidario, un hombre altruista, un humanista, pero por qué no decir que Jesús es un hombre que se atrevió a AMAR SIN LÍMITES: sin miedo, sin raciocinios lógicos, sin organización e infraestructura propia, etc. Es a este tipo de amor, proyecto del Padre, del que el hombre siempre huye y del que comúnmente tiene miedo. Porque deja al descubierto las intenciones del corazón, por eso hay un pasaje donde Jesús expresamente dice: "los conozco a ustedes y sé que no tienen el amor de Dios", Juan 5, 42. Cumpliéndose la expresión del Salmista que dice de Dios: "Él, que modeló cada corazón y conoce todas sus acciones", 32/33, 15. Un amor tal, necesario para poner en marcha el gran proyecto del Padre resulta incómodo y revolucionario y san Pablo lo describe muy bien a la comunidad de Corinto (1 Corintios 13).
Ese tipo de amor que Jesús manifestó es de la que está sedienta la humanidad de hoy, pero como toca y no sólo tangencialmente los intereses de algunos poderosos del mundo, conviene callarlo, obstaculizarlo, desaparecerlo, borrarlo de la memoria de los hombres. Ahora, queda claro aquello que dice el Apóstol Pablo como preludio del desenlace final de la ternura de Jesús: "Y aunque era Hijo de Dios, aprendió sufriendo lo que es obedecer", Hebreos 5, 8. Y sabemos que su obediencia supero el límite que el miedo, la angustia, la tristeza le circundaba pues aunque haya dicho: "Abba -Padre-, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa" también dijo: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya", Marcos 14, 34-35.
Y bueno, ahora vienen las palabras de uno de los pilares de toda comunidad cristiana, no sólo de aquellos tiempos sino también para las de hoy: "Como el cuerpo sin el aliento está muerto, así está muerta la fe sin obras" 2, 26. Decimos que creemos en Jesús, en el Padre y en el Espíritu Santo, pero si no asumimos al estilo de Jesús el proyecto de amor querido por Dios, que es la obra con la que hemos de gritar al mundo nuestra fe, resulta estéril nuestra proclamación y el proceso evangelizador está incompleto pues no hay nada que celebrar. Las obras de amor requieren hombres del Espíritu de Jesús no héroes. Claro que el amor requiere valentía, heroísmo, pero para que se mantenga permanentemente en el tiempo se requiere no sólo la fuerza de voluntad sino el "Espíritu Vivificador" que sostiene en cada momento y restaura profundamente los corazones rotos de los hombres y eso sólo lo puede entregar Jesús, el cual dice: "Reciban el Espíritu Santo", Juan 20, 22.
Señor, danos tu Espíritu Santo, para que siguiendo tu ejemplo podamos manifestar al mundo nuestra fe en Ti. Con tu Espíritu Santo la fe que proclamamos dejará de ser estéril, dará muchos frutos y será creíble, palpable. Con tu Espíritu podremos vencer aquellos obstáculos que en ocasiones llenan de pesimismo y fatalismo nuestras acciones eclesiales y pastorales. Con tu Espíritu seremos libres para gritar con palabras y obras que Tú estás vivo y operante en tu Iglesia. Amén.

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