viernes, 15 de abril de 2016

"Cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista", Hechos 9, 18



Cuando uno lee la llamada 'conversión de san Pablo' a partir del encuentro que tuvo con el Resucitado no sólo llena de asombro la intervención que Dios puede tener en la historia de cada persona sino la misma luminosidad que envuelve a Dios y es capaz de cegar al hombre. La cristofania que Pablo experimentó le dejó ciego, para indicar que el conocimiento y la verdad de Dios son siempre superiores al hombre, eso si consideramos que Saulo, era un hombre sumamente religioso, cumplidor de la ley, amante de la verdad y del recto conocimiento de Dios (ortodoxia). Y sin embargo, quedó ciego, para que entendamos que aún con toda la ortodoxia del mundo podemos estar en el error, podemos equivocarnos y es posible que las propias convicciones cambien con un giro inesperado, obra de la intervención divina que se manifiesta también en los eventos de la historia humana.
De ahí, que veamos necesario que el Espíritu Santo haga caer de los ojos las 'escamas' que impiden ver la luz y sobre todo la verdad de las cosas. Tres días permaneció ciego Saulo, una lucha interior tremenda, todo su mundo antiguo se derrumbó, el doloroso camino del reconocimiento, de la aceptación de una grandiosa verdad que hace palidecer los principios religiosos donde se creó, ahora todo será nuevo, de perseguidor en anunciador incansable de una nueva forma de vida que engloba a las otras y las hace trascender. No fue fácil para el perseguidor como tampoco para los cristianos perseguidos el proceso de conversión. Una conversión que tiene siempre su inicio en el encuentro con Cristo resucitado pero que tiene su término con la muerte del discípulo. Después de la muerte se guarda silencio son las obras las que darán voz al proyecto asumido terrenalmente.
La docilidad a la voz del Señor nos hace descubrir el proyecto o la misión que Dios tiene para el hombre; sólo siendo dócil a su espíritu es como podemos discernir adecuadamente el mejor de los caminos pastorales.
Señor abre nuestros ojos, déjanos escuchar tu voz e imprime en nuestros corazones el deseo de poner en práctica tu palabra, para que andemos siempre por caminos de luz y de verdad y nuestras vidas recuperen el mejor de los sentidos.

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