viernes, 22 de abril de 2016

"Cuando los judios vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con Palabras injuriosas", Hechos 13, 45



A propósito de la envidia que los judios experimentan al ver que Pablo es escuchado en la sinagoga por una gran multitud, hay un pasaje en las Sagradas Escrituras que dice algo al respecto: "Un corazón apacible es la vida del cuerpo, pero la envidia corroe los huesos", Proverbios 14, 30. Y una primera enseña que podemos desprender de este versículo de la Palabra Santa, es el hecho de que la envidia es como una especie de espina que se clava muy profundamente en la mente y en el corazón del que padece su influjo, y le hace perder la paz, la tranquilidad, sucede casi lo mismo como cuando lanzamos una piedra en un lago, le robamos la quietud y se empiezan a desarrollar en ella círculos concéntricos que se desplazan del interior hacia el exterior golpeando la orilla, una tras otra, hasta que cese la fuerza que impulsa las ondas.
Lo que despierta la envidia es el descubrimiento de la 'posesión y de la carencia'. De la posesiones de las virtudes, cualidades, bienes, que otros poseen y de las carencias que se tienen. Por eso, podemos afirmar que la envidia es el dolor de descubrirse carente y esa carencia se experimenta en dos sentidos: deseo de posesión y de impotencia. De deseo porque busca tener aquello que le hace falta, hasta aquí no hay problema, sino el método o el modo de conseguirlo, por eso vemos a los judios que envidian a Pablo asumir actitudes negativas: desprestigian usando palabras injuriosas, azuzando a la gente de poder y arengando al pueblo, no sólo para rechazarlo, sino incluso para perseguirlo y querer destruirlo, demolerlo, y hasta desaparecerlo: un día le lanzaran piedras y lo dejaran casi muerto. De impotencia, porque es un dolor del espíritu que el envidioso padece y sufre en carne propia; es curioso que el envidioso muere siempre pero la envidia no. La envidia es el veneno y el envidioso el sujeto que lo bebe, por eso, escuchamos decir que la "envidia roe los huesos" de quien lo padece.

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