domingo, 24 de abril de 2016

"Dejen en sus manos todas sus preocupaciones, pues el cuida de ustedes", 1Pedro 5, 7.



Estoy cansado, la jornada ha sido muy agotadora. Quisiera dormir pero una llamada ha hecho que el sueño se esfume. Cuestiones familiares. No tengo donde reclinar la cabeza. Y ahora, estoy aquí, frente a mi Dios, no puedo decir que en total recogimiento porque el ruido externo es muy fuerte. Tengo tantas cosas por hacer, son casi la media noche, no he invertido mal el tiempo. Lo he jugado bien.
Pero me siento impotente, por momentos quisiera dejar que la ira me domine para arremeter violentamente con quienes buscan mi daño y la de mis seres queridos. Pero la voz del pastor retumba en mi mente, ha llegado como anillo al dedo y me dice "deja en las manos de Dios todas tus preocupaciones", 1Pedro 5, 7. Y versículo siguiente me repite con gran insistencia: "Estén alertas y no se dejen sorprender, porque su enemigo, el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resistanle con la firmeza de la fe", v. 8-9. Por eso, estoy aquí, a tus plantas mi Señor, porque me quieren invadir un 'tropel de novillos' que desean mi muerte, me quieren infundir miedo, me quieren arrebatar mi esperanza en tu Señorío, y desean que mi ley sea no la de tu amor sino la del taleón.
Pero tú palabra como fragor de cascadas me sale al paso y me susurra: "Sométanse a Dios, resistan al diablo y huirá de ustedes", Santiago 4,7. Aquí estoy, reconociendo mi miseria, mi impotencia, no sé qué hacer y ni cómo actuar antes estas situaciones. Quiero que seas la luz de 'mis ojos' para que no quede confundido y pueda encontrar la salida y tú salvación.
 Y el Salmista me recuerda: "Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza; yo opondré mi oración a su malicia", Salmo 140/141, 5. ¿Qué puedo hacer en la oscuridad de la noche sino dirigir mi oración como incienso en tu presencia? ¿Cómo puedo encontrar consuelo y desahogo de mis penas sino derramando mi corazón junto a tus pies? No tengo a nadie solo a Ti.
Solamente me resta decir, Señor mira mi humillación y mi oprobio. Tú sabes que no he hecho el mal ni he atentado contra la dignidad de mi prójimo; ayúdanos, danos respiro, y defiende nuestra causa de la gente impía, pues sólo tú puedes poner un límite al mal; eres tú quien puede hacer que la hinchazón de las olas del mar se detengan; eres el único quien le puede poner en verdad el límite al mal. A ti encomiendo mi vida y la de mis seres queridos. Tú que eres padre de huérfanos y protector de viudas ven y socorre a los míos pues en esta hora de las tinieblas te necesitamos. Y ahora, me acuesto en paz y en seguida me duerme porque tu Señor nos cuidarás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario