No dudamos en afirmar que la fe del cristiano ha de estar cimentado en la Persona del Hijo de Dios, Jesus de Nazareth, como muy bien lo confiesa el apóstol Pedro cuando afirma que no existe otro Nombre que se haya dado a los hombres por el cual puedan ser salvados, Cfr. Hechos 4, 12. Jesus es el Mesías de Dios y solamente en él la historia de la humanidad se recapitula y alcanza lo que por mérito propio jamás lograría.
Así que creer en el Hijo de Dios, en Jesus de Nazareth, tiene sus características propias, que parte del encuentro personalizado con él hasta llegar incluso a una identificación plena con él (adhesión personal no sólo de pensamientos, de obras sino también de actitudes que repercuten en toda la vida del que se diga cristiano). No hay pues, cristiano sin relación a Cristo. Pero dicha relación escapa a la concepción de un modo de concebir a Dios como Hombre Salvador que comúnmente tiene el hombre sobre las cosas o sobre sí mismo o el prójimo. Dios en ese sentido no puede ser encerrado en un concepto. Dios exige camino experiencial que hay que recorrer sin miedos, sin límites, con total apertura. Solo así es posible hablar ya no de lo que digo creer sino lo que se ha hecho vida en el proceso de fe. Dios en ese sentido se presenta siempre como el inabarcable, el que no puede ser contenido pero al mismo tiempo como el que lo en globa todo con su presencia y poder. Él es el totalmente otro, el Trascendente pero el siempre cercano y vecino.
Señor, creemos en Ti. Enséñanos a creer en Ti. Eres una persona concreta, real y al mismo tiempo trascendente. Nos envuelves por doquier y sin embargo, eres el más pequeño, porque así has querido que te encontremos, en el prójimo. Que podamos verte y venerarte en los pobres y marginados, en cada hombre y mujer de este mundo. En el aquí y en el ahora. Toda la creación habla de Ti pues existes y la imaginación del hombre no te ha creado y aunque existen algunos que así lo afirman líbralos Señor por tu Resurrección de la idolatría en la que han caído. Que la oscuridad de la vida no apague la luz de la fe que nos has regalado.
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