miércoles, 20 de abril de 2016

"Un día estaban ellos ayunando y dando culto al Señor, y el Espíritu Santo les dijo: 'Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la misión que les tengo destinada'", Hechos 13, 2.



La práctica del ayuno muy olvidada porque implica la renuncia consciente no sólo de los alimentos sino también de actitudes negativas que distorsionan y a fean la imagen de hijo de Dios y de la personalidad de cada sujeto respectivamente. El ayuno evoca ciertamente una privación pero al mismo tiempo impulsa abrirse al prójimo. Se priva el sujeto de algo que le es útil y que le es legítimo, para enriquecer o cubrir la necesidad de los hermanos. Así que podemos decir que el ayuno cristiano es una obra de misericordia corporal porque su impulso es la caridad, enmarcada, en el amor a Dios y al prójimo. Eso lo decimos porque muy bien, el versículo que estamos meditando nos lo sugiere cuando afirma: "Un día estaban ellos ayunando y dando culto al Señor". Así que el culto cristiano, una forma clara que hace referencia a la liturgia cristiana (la celebración de los sacramentos, oración personal y comunitaria, etc.), no está separada ni contra puesta a la vida de la realidad humana. Sino que se inserta muy adecuadamente en la vida de los hombres, pues es ahí, donde los cristianos deberán vivir la fe que profesan.
Así que las obras de misericordia, representada aquí por el ayuno, así como la liturgia de la Iglesia encuentran su plataforma de operatividad en la realidad humana, por eso, el versículo agrega la siguiente expresión: "y el Espíritu Santo les dijo". Es el Espíritu de Dios quien impulsa a la misión, a ser portadores del evangelio a todos los hombres, el anuncio de la resurrección del Hijo de Dios. Así que la misión de la Iglesia consiste en el anuncio de la predicación de la Palabra de Dios y la puesta en marcha de la caridad de la Iglesia representada en la obra de misericordia corporal del ayuno. La Iglesia continúa así la misma tarea de Jesus y los evangelios nos narran muy bien ese quehacer pastoral del Señor.
Dos cosas acaparan mi atención: la primera, el ayuno, como el ejercicio de piedad que nos ayuda a despojarnos de todo aquello que puede impedir escuchar siempre la voz del Señor; Segundo, el culto, es decir, formar parte de la comunidad eclesial porque es ahí el lugar propicio, en oración, donde el cristiano es inspirado por el Espíritu Santo. Es ahí, donde se da el auténtico discernimiento pastoral, que debe estar guiado o caracterizado por un despojamiento total de todo aquello que sea solamente puros criterios humanos (el papel del ayuno); sometida a la voluntad de Dios (el culto al Señor) y su operatividad (el envío, la pastoral debe ser práctica, concreta, vivencial).
Señor, hoy nos pides que hagamos un acto de humildad y reconozcamos y sometamos a discernimiento nuestras acciones pastorales para descubrir si es conforme a tu Santa voluntad, es decir, reconocer la inspiracion de tu Espíritu Santo. Porque muchos de nuestros fracasos pastorales se deben sin lugar a dudas a que son impulsos del espíritu humano, por pura proyección personal caracterizada por un egoísmo evidente. 

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