“El salario... que no pagaron...alza
el grito; el clamor...ha llegado a los oídos del Señor Todopoderoso”
Santiago
5, 4.
Santiago
5, 1-6; Salmo 48/49, 14-20; Marcos 9, 41-50.
El Señor Todopoderoso que en el pasado
escuchó el clamor de su pueblo y los liberó del pesado yugo que los oprimía,
también hoy, continúa escuchando los gritos de justicia que claman sus hijos en
el orbe de la tierra.
El pasaje
de Santiago es contemporáneamente un mensaje profético y apocalíptico. Profético,
porque el escritor sagrado denuncias las situaciones injustas que existen fuera
e incluso en medio de las comunidades cristianas, especialmente por la
incoherencia de vida de algunos miembros de la comunidad, incoherencia que
producen escandolos que generan el debilitamiento de la fe o bien, la muerte de
quien todavía poseía un aliento de esperanza de que todo pudiese cambiar para
bien de todos y no de unos pocos. Es apocalíptico, porque es Dios quien llamará
a juicio y quien no dejará que el clamor de su pueblo se desvanezca con el
viento.
El texto
de Santiago es ante todo una exhortación a volver re-tomar el camino de la
rectitud, de emprender nuevamente el éxodo que libera al hombre del egoísmo y
de la indiferencia, porque toda injusticia es fruto del mal, y «no tiene raíces
exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se
encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal», Benedicto XVI.
Pero este
recorrido que debe hacer todo cristiano para vivir su propio éxodo liberador,
es un recorrido hacia el bien, de una vida cristiana vivida en coherencia, de
total seguimiento a Cristo Jesús, es decir, el éxodo liberador del cristiano es
su conversión a Cristo, del que todo hombre necesita su perdón y su amistad. Y
esta justicia –perdón y amistad– que Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo nos «libra
de la muerte», Proverbios 11, 4.
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