jueves, 27 de febrero de 2014

“El salario... que no pagaron...alza el grito; el clamor...ha llegado a los oídos del Señor Todopoderoso”
Santiago 5, 4.
Santiago 5, 1-6; Salmo 48/49, 14-20; Marcos 9, 41-50.
El Señor Todopoderoso que en el pasado escuchó el clamor de su pueblo y los liberó del pesado yugo que los oprimía, también hoy, continúa escuchando los gritos de justicia que claman sus hijos en el orbe de la tierra.
El pasaje de Santiago es contemporáneamente un mensaje profético y apocalíptico. Profético, porque el escritor sagrado denuncias las situaciones injustas que existen fuera e incluso en medio de las comunidades cristianas, especialmente por la incoherencia de vida de algunos miembros de la comunidad, incoherencia que producen escandolos que generan el debilitamiento de la fe o bien, la muerte de quien todavía poseía un aliento de esperanza de que todo pudiese cambiar para bien de todos y no de unos pocos. Es apocalíptico, porque es Dios quien llamará a juicio y quien no dejará que el clamor de su pueblo se desvanezca con el viento.
El texto de Santiago es ante todo una exhortación a volver re-tomar el camino de la rectitud, de emprender nuevamente el éxodo que libera al hombre del egoísmo y de la indiferencia, porque toda injusticia es fruto del mal, y «no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal», Benedicto XVI.
Pero este recorrido que debe hacer todo cristiano para vivir su propio éxodo liberador, es un recorrido hacia el bien, de una vida cristiana vivida en coherencia, de total seguimiento a Cristo Jesús, es decir, el éxodo liberador del cristiano es su conversión a Cristo, del que todo hombre necesita su perdón y su amistad. Y esta justicia –perdón y amistad– que Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo nos «libra de la muerte», Proverbios 11, 4.

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