jueves, 20 de febrero de 2014

“No tengan favoritismos”
Santiago 2, 1.
Santiago 2, 1-9; Salmo 33/34, 2-7; Marcos 8, 27-33.
Estas palabras nos hacen que pongamos la mirada en nuestras relaciones interpersonales, en la manera como nos relacionamos con los demás, nos invita incluso a detenernos un momento en nuestros círculos de amistad y de analizar si sólo tratamos bien a quienes conocemos y amamos. Porque si esto es así, «¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos», Lucas 6, 31.
La exhortación de Santiago busca que tratemos a los demás sin parcialidades, de igual manera, porque a los ojos de Dios todos tenemos la misma dignidad y merecemos las mismas oportunidades y respeto. Evitando que las diversas expresiones de la cultura, de las clases, de las razas, de las lenguas, etc., se propongan como justificaciones para levantar el muro de la división, de la exclusión, de la marginación, del desprecio, de la indiferencia, etc.
Si la fe en Jesucristo nuestro Señor nos ha congregado en una sola familia, la gran familia de Dios, es escandaloso que una familia existan las divisiones y el trato desigual. Porque el favoritismo se opone rotundamente al ejercicio de amor al prójimo y es generadora de:
-          Daño en las relaciones interpersonales y sobre todo, es fomentadora de corrupción.
-          De rencores y de resentimientos que alientan el odio, la venganza y al final la muerte.
-          Del utilitarismo, pues se busca servirse del prójimo pero no servirle a él como es debido, es decir, en justicia.
-          Indiferencia y de insolidaridad.

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