“No tengan favoritismos”
Santiago 2, 1.
Santiago 2, 1-9; Salmo 33/34, 2-7; Marcos 8,
27-33.
Estas
palabras nos hacen que pongamos la mirada en nuestras relaciones
interpersonales, en la manera como nos relacionamos con los demás, nos invita
incluso a detenernos un momento en nuestros círculos de amistad y de analizar
si sólo tratamos bien a quienes conocemos y amamos. Porque si esto es así, «¿qué
mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos», Lucas 6, 31.
La exhortación de Santiago busca que tratemos
a los demás sin parcialidades, de igual manera, porque a los ojos de Dios todos
tenemos la misma dignidad y merecemos las mismas oportunidades y respeto. Evitando
que las diversas expresiones de la cultura, de las clases, de las razas, de las
lenguas, etc., se propongan como justificaciones para levantar el muro de la
división, de la exclusión, de la marginación, del desprecio, de la indiferencia,
etc.
Si la fe en Jesucristo nuestro Señor nos ha
congregado en una sola familia, la gran familia de Dios, es escandaloso que una
familia existan las divisiones y el trato desigual. Porque el favoritismo se
opone rotundamente al ejercicio de amor al prójimo y es generadora de:
-
Daño en las relaciones interpersonales
y sobre todo, es fomentadora de corrupción.
-
De rencores y de resentimientos que
alientan el odio, la venganza y al final la muerte.
-
Del utilitarismo, pues se busca
servirse del prójimo pero no servirle a él como es debido, es decir, en
justicia.
-
Indiferencia y de insolidaridad.
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