“Que cada
uno sea pronto para escuchar”
Santiago
1, 19.
Santiago
1, 19-27; Salmo 14/15, 2-5; Marcos 8, 22-26.
El que escucha no sólo pone al
servicio de quien habla sus oídos sino así mismo, se dona y manifiesta al mismo
tiempo, una actitud de hospitalidad porque también sabe acoger no sólo las
palabras pronunciadas sino al mismo sujeto quien las dice. Porque el que sabe
escuchar:
-
Se enriquece, crece y aprende.
-
Es paciente y se ejercita en las obras
de misericordia.
-
Está en posibilidad de obedecer y de
poner por obra lo mandado. Y al poner por obra lo mandado se sentirá bien
consigo mismo, estará en paz con los demás y experimentará las delicias de la
felicidad.
-
Sale de su indiferencia y egoísmo y
transita por la vía de la solidaridad y de la ayuda mutua.
-
Vive en fidelidad y hace de la
coherencia su estilo de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario