miércoles, 19 de febrero de 2014

“Que cada uno sea pronto para escuchar”
Santiago 1, 19.
Santiago 1, 19-27; Salmo 14/15, 2-5; Marcos 8, 22-26.
El que escucha no sólo pone al servicio de quien habla sus oídos sino así mismo, se dona y manifiesta al mismo tiempo, una actitud de hospitalidad porque también sabe acoger no sólo las palabras pronunciadas sino al mismo sujeto quien las dice. Porque el que sabe escuchar:
-          Se enriquece, crece y aprende.
-          Es paciente y se ejercita en las obras de misericordia.
-          Está en posibilidad de obedecer y de poner por obra lo mandado. Y al poner por obra lo mandado se sentirá bien consigo mismo, estará en paz con los demás y experimentará las delicias de la felicidad.
-          Sale de su indiferencia y egoísmo y transita por la vía de la solidaridad y de la ayuda mutua.
-          Vive en fidelidad y hace de la coherencia su estilo de vida.

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