viernes, 7 de febrero de 2014

“Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”
Marcos 6, 23.
Sirácide (Eclesiástico) 47, 2-13 NV[gr. 47, 2-11]; Salmo 17/18, 31. 47. 50-51; Marcos 6, 14-29.
¿De dónde tanta generosidad de Herodes que es capaz de dividir su reino sólo por ver bailar a la joven Salomé? ¿Quién es este personaje? «Se trata de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, que fue nombrado por los romanos tetrarca de Galilea y Perea y gobernó entre los años 4 a. C. al 39 d. C. Era por tanto, el máximo gobernante de Galilea durante el ministerio de Jesús en esta región y solía residir en Tiberíades, ciudad que nunca pisó Jesús», Antonio Rodríguez Carmona.
Herodes quiere ver danzar a Salomé, la hija de Herodías, quizás fascinado por su belleza o sensualidad. No lo sabemos, el texto no lo dice. Pero ¿qué espíritu le domina a tal grado que es capaz de ceder la mitad de su reino? ¿En verdad está en su poder el conceder la mitad de su reino? Es esa actitud de Herodes la que hace preguntarme sobre ¿qué es capaz de hacer el hombre para alcanzar la realización de sus deseos, de sueños, de sus fantasías? Y creo que bien podemos responder: ¡De todo! Y eso desde una perspectiva positiva es bueno y saludable. Pero cuando el precio que se tendría que pagar es una vida humana e incluso algunos valores como la verdad, el respeto, la tolerancia, el perdón, la compasión, etc. ¿Es bueno o al menos legítimo hacer lo posible para conseguir los deseos? ¡Creo que no!
El problema no es que soñemos o nos ilusionemos, la cuestión está en la manera, la actitud con la que emprendemos la consecución de nuestros sueños.

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