“Te
daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”
Marcos
6, 23.
Sirácide
(Eclesiástico) 47, 2-13 NV[gr. 47, 2-11]; Salmo 17/18, 31. 47. 50-51; Marcos 6,
14-29.
¿De
dónde tanta generosidad de Herodes que es capaz de dividir su reino sólo por
ver bailar a la joven Salomé? ¿Quién es este personaje? «Se trata de Herodes
Antipas, hijo de Herodes el Grande, que fue nombrado por los romanos tetrarca
de Galilea y Perea y gobernó entre los años 4 a. C. al 39 d. C. Era por tanto,
el máximo gobernante de Galilea durante el ministerio de Jesús en esta región y
solía residir en Tiberíades, ciudad que nunca pisó Jesús», Antonio Rodríguez Carmona.
Herodes
quiere ver danzar a Salomé, la hija de Herodías, quizás fascinado por su
belleza o sensualidad. No lo sabemos, el texto no lo dice. Pero ¿qué espíritu le domina a tal grado que es
capaz de ceder la mitad de su reino? ¿En verdad está en su
poder el conceder la mitad de su reino? Es esa actitud de Herodes la que hace
preguntarme sobre ¿qué es capaz de hacer
el hombre para alcanzar la realización de sus deseos, de sueños, de sus
fantasías? Y creo que bien podemos responder: ¡De todo! Y eso desde una
perspectiva positiva es bueno y saludable. Pero cuando el precio que se tendría
que pagar es una vida humana e incluso algunos valores como la verdad, el
respeto, la tolerancia, el perdón, la compasión, etc. ¿Es bueno o al menos legítimo hacer lo posible para conseguir los
deseos? ¡Creo que no!
El
problema no es que soñemos o nos ilusionemos, la cuestión está en la manera, la
actitud con la que emprendemos la consecución de nuestros sueños.
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