“pero los
misericordiosos no tienen por qué temer al juicio”
Santiago
2, 13.
Santiago
2, 14-24. 26; Salmo 111/112, 1-6; Marcos 8, 34-9, 1.
Las obras de misericordia con los pobres
y más necesitados son la premisa que permiten a Santiago hablar de fe y obras,
no como dos cosas opuestas sino como dos elementos totalmente recíprocos
y
complementarios. Y la misión de la Iglesia que es al mismo tiempo tarea de cada
cristiano, nos ponen de manifiesto tal correlación:
-
El
anuncio del Evangelio para que sea creíble deberá ser
encarnado, es decir, narrado con la propia experiencia.
-
La celebración
de la fe para que no se reduzca a un mero ritualismo deberá estar lleno de un
auténtico significado: la salvación que Jesucristo ofrece al mundo y que en la
vida del fiel ha encontrado resonancia.
-
Y el
testimonio que ha de ser un testimoniar al Dios amor para hacerlo
encontrable y palpable a todo hombre, de tal manera, que posibilite la
colocación del germen vivificante de este amor en la sociedad y logre así una
sinergia efectivamente solidaria tan necesaria en nuestros tiempos.
Pues sólo
el amor posibilita la salida de nuestras barricadas y nos faculta para ver la
necesidad del prójimo como una oportunidad para actuar a su favor.
Presentándose el testimonio del Dios amor como un proceso completamente
liberador. Todos estamos llamados a experimentar la provocación de la
solidaridad subsidiaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario