viernes, 21 de febrero de 2014

“pero los misericordiosos no tienen por qué temer al juicio”
Santiago 2, 13.
Santiago 2, 14-24. 26; Salmo 111/112, 1-6; Marcos 8, 34-9, 1.
Las obras de misericordia con los pobres y más necesitados son la premisa que permiten a Santiago hablar de fe y obras, no como dos cosas opuestas sino como dos elementos totalmente recíprocos
y complementarios. Y la misión de la Iglesia que es al mismo tiempo tarea de cada cristiano, nos ponen de manifiesto tal correlación:
-          El anuncio del Evangelio para que sea creíble deberá ser encarnado, es decir, narrado con la propia experiencia.
-          La celebración de la fe para que no se reduzca a un mero ritualismo deberá estar lleno de un auténtico significado: la salvación que Jesucristo ofrece al mundo y que en la vida del fiel ha encontrado resonancia.
-          Y el testimonio que ha de ser un testimoniar al Dios amor para hacerlo encontrable y palpable a todo hombre, de tal manera, que posibilite la colocación del germen vivificante de este amor en la sociedad y logre así una sinergia efectivamente solidaria tan necesaria en nuestros tiempos.
Pues sólo el amor posibilita la salida de nuestras barricadas y nos faculta para ver la necesidad del prójimo como una oportunidad para actuar a su favor. Presentándose el testimonio del Dios amor como un proceso completamente liberador. Todos estamos llamados a experimentar la provocación de la solidaridad subsidiaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario