“Dios me libre de levantar la mano
contra el rey, porque es el ungido del Señor”
1Samuel 24, 7.
1 Samuel 24, 3-21; Salmo 56/57, 2-4. 6. 11; Marcos 3, 13-19.
Hay un salmo en las Sagradas Escrituras
que expresamente dice: «No toquen a mis ungidos, no maltraten a mis profetas»,
Salmo 104/105, 15 y hay una enseñanza del apóstol Pablo en la carta a los
Romanos que todo cristiano debe poner en práctica: «A nadie devuelvan mal por
mal, procuren hacer el bien delante de todos los hombres», 12, 17. También el apóstol
Pedro nos recuerda: «no devuelvan mal por mal ni injuria por injuria, al
contrario bendigan, ya que ustedes mismos han sido llamados a heredar una bendición»,
1Pedro 3, 9. Y el propio Jesús nos dice: «Amen a sus enemigos, traten bien a
los que los odian…Traten a los demás como quieren que ellos los traten a
ustedes», Lucas 6, 27. 31.
Y hoy le hemos
escuchado a David decir a sus hombres: «Dios me libre de levantar la mano
contra el rey, porque es el ungido del Señor», 1Samuel 24, 7. David teniendo la
ocasión de asestar un golpe fulminante a su perseguidor decide perdonarle la
vida, hasta este momento busca realizar la voluntad del Señor porque sabe que
Dios pide respetar la vida de su ungido. Respetando la vida del rey, reconociéndole
su autoridad, David hace entrar en razón a Saúl, y éste le dice: «Tú eres más
justo que yo, porque sólo me haces el bien, mientras que yo busco tu mal», v.
18. David trató con magnanimidad a Saúl y Saúl se siente deudor. David reveló
con esa actitud un noble temperamento, una grandeza de espíritu y sobre todo se
comportó con gran generosidad. No realiza la ley del talión. David tiene un
corazón según la voluntad de Dios pues está escrito: «He encontrado a David,
hijo de Jesé, hombre según mi corazón; él cumplirá todos mis deseos», Hechos
13, 22.
Al respetar la
vida de Saúl, David se presenta ante sus hombres como instrumento de
reconciliación y de paz, como propiciador de la unidad. Con ello indica que no
desea más el derramamiento de sangre y le da un puesto central a la fraternidad
tan necesaria para la unificación de las tribus en un solo reino. David como
estratega sabe que la venganza genera sólo odio y muerte por eso ante la
propuesta que le hacen sus hombres: «Ha llegado el día que te anunció el Señor,
cuando te hizo esta promesa: pondré a tu enemigo entre tus manos, para que
hagas con él lo que mejor te parezca», 1Samuel 24, 5. David rechaza el camino
de la violencia y elige el camino del diálogo y de los procesos de reconciliación
y de paz.
En este año de la
misericordia el cristiano está llamado también a imitar a David, a escuchar a
los apóstoles Pedro y Pablo, al propio Señor Jesús y poner en práctica una obra
espiritual de misericordia: soportar
pacientemente los defectos del prójimo. Pero como hemos descubierto en la
historia del perseguido David soportar las injusticias no quiere decir de ningún
modo que nos quedemos con los brazos cruzados, y nos adecuemos a las
situaciones insanas, de violencias y corrupciones. ¡No! Soportar pacientemente
los defectos del prójimo significa trabajar o padecer con sentido, para que las
situaciones puedan cambiar.
David fue
perseguido y huye, y pone en práctica lo que años más tarde dirá Jesús: «cuando
los persigan en una ciudad, escapen a otra», Mateo 10, 23. Huir para conservar
la vida. Huir reconociendo con humildad las posibilidades de la victoria. La
valentía resulta infructuosa cuando hay mucho que perder. A veces es necesario
retroceder para ganar más impulsos. David huye, pero también, nos recuerda
aquel consejo que el príncipe de los apóstoles nos dice en una de sus cartas: «Es
mejor sufrir por hacer el bien, si así lo quiere Dios, que por hacer el mal»,
1Pedro 3, 17. David huye porque existen hombres que le envidian y le quieren
muerto, por eso le dice a Saúl: «¿por qué haces caso a la gente que dice: David
trata de hacerte mal», 1Samuel 24, 10.
Hemos de luchar
para que según nuestras posibilidades disminuyan en nuestras relaciones
interpersonales las envidias, los falsos testimonios, las mentiras que corrompen
y destruyen el tejido social. Hoy hay la necesidad de colaborar con entusiasmo
para recuperar no sólo la confianza en nuestros tratos sino también la credibilidad,
hay que poner en marcha los procesos de educación en la legalidad si en verdad
queremos una sociedad de respeto y de armonía y de prosperidad.
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