sábado, 30 de enero de 2016

“La mujer quedó embarazada y le mandó decir a David: Estoy encinta”
2Samuel 11, 5.
2Samuel 11, 1-4. 5-10. 13-17; Salmo 50/51, 3-7. 10-11; Marcos 4, 26-34.
Todavía no ha nacido el hijo que concibió en su adulterio Betsabé con el rey de David, y ya se volvió un ser incómodo. El Hijo todavía no sabe hablar y desde el vientre materno grita justicia por la honra del fiel Urías, el hitita. El hijo no es de Urías sino de David y sin embargo el hijo defiende al inocente porque manifestará con su nacimiento el engaño y la deshonestidad y la falta de lealtad del que ostenta el poder y la nula fidelidad de la esposa. Se cumple la palabra de Jesús nuestro Señor: «porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz», Marcos 4, 22.
El hijo pone en evidencia cuan necesaria es saber asumir adecuadamente no sólo la responsabilidad de las consecuencias de los propios actos sino de también ser capaz de discernir si conviene realizarlos: «David mandó unos criados a buscarla. Se la trajeron a su casa y durmió con ella. La mujer quedó embarazada y le mandó decir a David: “Estoy en cinta”», 2Samuel 11, 4-5. ¿Qué hace David? No se comporta como hombre libre y totalmente responsable. Su instinto sexual lo metió en aprieto. Y por puro instinto de conservación reaccionará no como hombre prudente o sabio, no como hombre arrepentido sino como animal salvaje que se siente amenazado y cubre sus “heces” para no dejar rastro y pueda ser cazado.
Es curioso saber que David enfrentó muy valerosamente a Goliat y hoy le veamos perder el color ante los latidos de un bebito que lleva en el vientre la mujer de Urías. David no tenía miedo a la muerte cuando enfrentaba a los filisteos, y cunde de pánico porque se hará comidilla del reino. Su imagen de héroe se diluirá por no saber reconocer, respetar, promover la dignidad de la persona, especialmente de un soldado que entregaba la vida por un pueblo que no era el suyo: «Haz que venga Urías, el hitita», v. 6.
David querrá hacer a Urías de “chivo los tamales”, pero jamás imaginó que el soldado tendría un alto sentido del deber, de fidelidad, de prudencia y sobre todo de conmiseración pues ante la invitación del rey: «Ve a descansar a tu casa, en compañía de tu esposa», v. 8. Urías responderá por qué rechazó tal invitación: «El arca, Israel y Judá viven en tiendas de campaña; Joab, mi jefe, y sus oficiales acampan a la intemperie; ¿y yo voy a ir a mi casa a banquetear y acostarme con mi mujer? ¡Por la vida del Señor y por tu propia vida, no haré tal cosa!», v. 11. El rey tiembla y se desespera, pero es al mismo tiempo un león que no tan fácilmente dejará ir a su presa.
David manifiesta su perversidad y trata de corromper al inocente. Esto es escandaloso. El texto nos dice: «lo hizo beber hasta embriagarse», v. 13. Pero Urías no cayó en la trampa y no bajó tampoco esa noche a casa a dormir con su mujer. Y cuando el corrupto se encuentra con el honesto y no encuentra la forma de comprarlo se convierte en una “piedra en el zapato” que su sola presencia es ya desafiante por eso decide aniquilarlo: «Pon a Urías en el sitio más peligroso de la batalla y déjalo solo para que lo maten», v. 15.
Uno puede preguntarse y de qué le sirvió a Urías ser fiel si al final no le fue reconocido su honorabilidad. Hay quien podría afirmar que Betsabé le fue infiel a Urías porque ella estaba sola, y pregunto: ¿y eso es una justificación para la infidelidad? Esta historia no termina felizmente, pero los versículos que siguen, se nos enseñará que Dios es el justo juez y hará que se levante la voz profética y le haga comprender al rey el daño que hizo.

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