“Ese hombre eres tú”
2Samuel 12, 7.
2Samuel 12, 1-7. 10-17; Salmo 50/51, 12-17; Marcos 4, 35-41.
Uno puede preguntarse y de qué le
sirvió a Urías ser fiel si al final no le fue reconocido su honorabilidad. Hay
quien podría afirmar que Betsabé le fue infiel a Urías porque ella estaba sola,
y pregunto: ¿y eso es una justificación
para la infidelidad? Esta historia no termina felizmente, pero los
versículos que siguen, se nos enseñará que Dios es el justo juez y hará que se
levante la voz profética y le haga comprender al rey el daño que hizo, por eso
el capítulo once del segundo libro de Samuel concluye: «pero el Señor reprobó
lo que había hecho David».
El rey había
pensado que la injusticia que había cometido quedaría prontamente en el olvido,
su soberbia le había hecho creer que ninguno en su reino le llamaría a él a
juicio por la muerte de un inocente. El poder corrompió a David y le hizo
perder la cordura y olvidarse de cómo había llegado a ser rey. Dios lo había
sacado de los rebaños de Jesé, lo ungió como rey de Israel y le colocó en sus
brazos a la hija de Saúl y las mujeres de su harem y, sin embargo, su corazón
se llenó de avaricia, Cfr. 2Samuel 12, 7-8. Por eso, el Señor le preguntará por
boca del profeta Natán: «Por qué te has burlado del Señor haciendo lo que él
reprueba? Has asesinado a Urías, el hitita, para casarte con su mujer matándolo
a él con la espada amonita», v. 9.
Dios llama a
juicio al rey David, pero su justicia es acción salvadora. Dios no es
indiferente ni se encuentra lejano de la historia de los hombres. Dios como
explica el libro del Éxodo nos continúa diciendo: «He visto la opresión de mi
pueblo…he visto sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus
sufrimientos. Y he bajado a librarlos», 3, 7-8. La salvación que Dios ofrece no
excluye al que hace el mal, el viene por los justos, pero también por quienes
andan extraviados en los caminos de la injusticia. Por eso suscita en medio de
su pueblo al profeta, el cual tiene la misión de anunciar la salvación del
Señor y de motivar a que el hombre tome conciencia de sus actos, confiese sus
pecados, se arrepienta de su mala vida y dé verdaderas muestras de un auténtico
arrepentimiento: «David le dijo a Natán: “He pecado contra el Señor”», v. 13.
En eso ha
consistido la tarea de Natán, la historia que le expone al rey, es como un
espejo donde el propio rey puede entender por sí mismo sin que se le acuse
directamente o se le eche en cara sus pecados, la atrocidad de sus propias
acciones. La misión del profeta es clara: la corrección fraterna tiene como propósito
excelente la salvación del hermano de tal manera que pueda permanecer en la
comunidad y desempeñe su función adecuadamente para que todo sea de provecho
común. Dios no acusa, sino que despierta la conciencia adormecida por el
pecado. Dios no rechaza al pecador, sino que restaura su imagen en el hombre perdonándole
y haciéndole pasar por el crisol de la purificación.
Ya el Señor le había
anunciado a David hablándole de su descendencia que le construiría un templo «Yo
seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si hace el mal, yo lo castigaré
con vara fuerte y con azotes, pero no le retiraré mi favor», 2Samuel 7, 14-15. Pero
David es también hijo de Dios, por eso como Padre amoroso le dice el Señor por
medio de Natán: «El señor perdona tu pecado. No morirás. Pero por haber
despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá», v.
13-14. La muerte de un inocente, como Urías ahora un bebé, y es difícil de
entender. Pero el libro de la Sabiduría nos ayuda a entender mejor esto: «Fue
agradable para Dios, y Dios lo amó. Entre pecadores vivía, y Dios se lo llevó.
Se lo llevó para que la maldad no pervirtiera su conciencia, para que la
perfidia no sedujera su alma. Su alma fue agradable a Dios y se apresuró a
salir de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende ni se da cuenta de que el Señor
ama a sus elegidos y se apiada de aquellos que le son fieles», 4, 10-11. 14-15.
David sufrirá la
muerte de su hijo, y cada día recordará que no lo disfrutó por el asesinato que
cometió. Ese será su dolor y lo acompañará a lo largo de toda su vida. Lo había
rechazado queriéndole hacer a Urías de “chivo los tamales” pero ahora Dios le
niega el derecho de ser padre de una criatura inocente. Lo hizo en secreto pero
sufrirá la deshonra porque un hijo suyo se acostará con sus mujeres a medio día
y lo perseguirá a muerte, así se cumplirá aquello que también se le dijo: «Yo
haré que de tu propia casa surja tu desgracia, te arrebataré a tus mujeres ante
tus ojos y se las daré a otro, que dormirá con ellas en pleno día. Tú lo
hiciste a escondidas; pero yo cumpliré esto que te digo, ante todo Israel y a
la luz del Sol», v. 11-12. La enseña es clara: la justicia divina es real.
Dios perdona y
cuando lo hace redime, es decir, salva por eso está escrito: «pagará a cada uno
según sus obras», Romanos 2, 6. David enderezó su vida e hizo lo que Dios le agrada
el resto de sus días. A eso estamos invitados a cambiar de vida.
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