“Escuchen. Salió el sembrador a
sembrar”
Marcos 4, 4.
2Samuel 7, 4-17; Salmo 88/89, 4-5. 27-30; Marcos 4, 1-20.
«Escuchen» nos dice Jesús, él reclama
nuestra atención por eso agrega: «el que tenga oídos para oír que oiga», Marcos
4, 4. 9. El señor quiere disponible la mente del hombre para poder llegar a su
conciencia. En una mente ocupada por tantos pensamientos no hay sitio, se
requiere una depuración, un vaciarse para volverse a llenar. Y asombra el saber
que a la mente del hombre llegan muchas propuestas, pero sólo algunas
encuentran sitio en la memoria. Otras, por más que se las repitan no encuentran
hospitalidad y se aplica aquello que dice Jesús: «por más que oigan, no
entenderán», v. 12. Si Jesús pide que lo escuchen y que para ello se tenga
listo el sentido del oído es porque el conocimiento se inicia en los sentidos.
Y quien tiene los sentidos dormidos no aprende y está muerto.
«Salió el
sembrador a sembrar», v. 4. Quien siembra lo hace con fe y con mucha esperanza.
Aunque también habrá alguno que lo haga por obligación, con enfado, cansado y
porque no le queda de otra. Lo cierto es que quien siembra trasforma la
realidad sin que inmediatamente caiga en la cuenta de ello. El que siembra
multiplica y lo hace para tener más. Sembrar es trabajar y trabajar es producir
y dominar la creación. El que siembra no pasa desapercibido la cosecha habla de
su esfuerzo y dedicación. El que siembra tiene y el que no aun lo que tiene
puede perderlo, pues está escrito: «al que tiene, se le dará; pero al que tiene
poco, aun ese poco se le quitará», v. 25.
El sembrador
siembra la semilla y espera recoger más semillas del mismo género. Si el
sembrador siembra maíz cosechará maíz no puede esperar otro fruto diverso. Jesús
dice «salió el sembrador a sembrar», v. 4 el sembrador es Él y la semilla es su
palabra divina: «El que siembra, siembra la palabra», v. 14. La palabra como la
semilla encierra en sí misma un dinamismo que cuando encuentra tierra fértil es
capaz de generar vida y transformar el ambiente. La palabra posee una
potencialidad inimaginable por eso san Pablo exhorta a tener cuidado pues cada
uno debe fijarse «como construye» o edifica la casa de Dios, es decir, como está
formando y educando a los hijos de Dios, Cfr. 1Corintios 3, 10 o como dice en
otra parte: «No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras
buenas que ayuden a crecer a quien lo necesita y agraden a quien las escucha»,
Efesios 4, 29.
Se nos dice «salió
el sembrador a sembrar» para que tengamos siempre en cuenta que Dios desea
depositar su semilla, su palabra en tu mente para purificarla, en tus sentimientos
para clarificarlos, en las intenciones de tu corazón para enderezarlas. Dios en
definitiva desea que el hombre produzca no maleza, no espinos, no abrojos, sino
frutos de calidad pues es tierra buena y no debe ser desaprovechado, Cfr. Génesis
1, 31.
El hombre es
tierra buena y siempre produce frutos, pero la cuestión es ¿qué tipos de frutos? San Pablo nos dice: «procuren hacer el bien
delante de todos los hombres», Romanos 12, 17. Y Jesús nos recuerda: «de modo
que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está
en el cielo», Mateo 5, 16. Lo que se pide entonces es que el hombre sea un
obrero del reino de Dios intachable, que merezca elogio y no desaprobación, Cfr.
2Timoteo 2, 15.
Dios no se cansa
de sembrar y depositar su palabra, pues dice «salió el sembrador a sembrar» y
eso es en verdad cuestionante: ¿qué uso
hago de la palabra de Dios? ¿permito que ilumine mi vida y la llene de
significado? O más bien ¿soy oyente olvidadizo?
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