jueves, 28 de enero de 2016

“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar”
Marcos 4, 4.
2Samuel 7, 4-17; Salmo 88/89, 4-5. 27-30; Marcos 4, 1-20.
«Escuchen» nos dice Jesús, él reclama nuestra atención por eso agrega: «el que tenga oídos para oír que oiga», Marcos 4, 4. 9. El señor quiere disponible la mente del hombre para poder llegar a su conciencia. En una mente ocupada por tantos pensamientos no hay sitio, se requiere una depuración, un vaciarse para volverse a llenar. Y asombra el saber que a la mente del hombre llegan muchas propuestas, pero sólo algunas encuentran sitio en la memoria. Otras, por más que se las repitan no encuentran hospitalidad y se aplica aquello que dice Jesús: «por más que oigan, no entenderán», v. 12. Si Jesús pide que lo escuchen y que para ello se tenga listo el sentido del oído es porque el conocimiento se inicia en los sentidos. Y quien tiene los sentidos dormidos no aprende y está muerto.
«Salió el sembrador a sembrar», v. 4. Quien siembra lo hace con fe y con mucha esperanza. Aunque también habrá alguno que lo haga por obligación, con enfado, cansado y porque no le queda de otra. Lo cierto es que quien siembra trasforma la realidad sin que inmediatamente caiga en la cuenta de ello. El que siembra multiplica y lo hace para tener más. Sembrar es trabajar y trabajar es producir y dominar la creación. El que siembra no pasa desapercibido la cosecha habla de su esfuerzo y dedicación. El que siembra tiene y el que no aun lo que tiene puede perderlo, pues está escrito: «al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun ese poco se le quitará», v. 25.
El sembrador siembra la semilla y espera recoger más semillas del mismo género. Si el sembrador siembra maíz cosechará maíz no puede esperar otro fruto diverso. Jesús dice «salió el sembrador a sembrar», v. 4 el sembrador es Él y la semilla es su palabra divina: «El que siembra, siembra la palabra», v. 14. La palabra como la semilla encierra en sí misma un dinamismo que cuando encuentra tierra fértil es capaz de generar vida y transformar el ambiente. La palabra posee una potencialidad inimaginable por eso san Pablo exhorta a tener cuidado pues cada uno debe fijarse «como construye» o edifica la casa de Dios, es decir, como está formando y educando a los hijos de Dios, Cfr. 1Corintios 3, 10 o como dice en otra parte: «No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras buenas que ayuden a crecer a quien lo necesita y agraden a quien las escucha», Efesios 4, 29.
Se nos dice «salió el sembrador a sembrar» para que tengamos siempre en cuenta que Dios desea depositar su semilla, su palabra en tu mente para purificarla, en tus sentimientos para clarificarlos, en las intenciones de tu corazón para enderezarlas. Dios en definitiva desea que el hombre produzca no maleza, no espinos, no abrojos, sino frutos de calidad pues es tierra buena y no debe ser desaprovechado, Cfr. Génesis 1, 31.
El hombre es tierra buena y siempre produce frutos, pero la cuestión es ¿qué tipos de frutos? San Pablo nos dice: «procuren hacer el bien delante de todos los hombres», Romanos 12, 17. Y Jesús nos recuerda: «de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo», Mateo 5, 16. Lo que se pide entonces es que el hombre sea un obrero del reino de Dios intachable, que merezca elogio y no desaprobación, Cfr. 2Timoteo 2, 15.
Dios no se cansa de sembrar y depositar su palabra, pues dice «salió el sembrador a sembrar» y eso es en verdad cuestionante: ¿qué uso hago de la palabra de Dios? ¿permito que ilumine mi vida y la llene de significado? O más bien ¿soy oyente olvidadizo?

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