“Este es el hombre de quien te he
hablado. Él gobernará a mi pueblo”
1Samuel 9, 17.
1Samuel 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1; Salmo 20/21, 2-7; Marcos 2, 13-17.
El rey es el ungido del Señor por eso
escuchamos que Samuel «tomó el cuerno donde guardaba el aceite y lo derramó
sobre la cabeza de Saúl», 1Samuel 10, 1. Saúl se convierte en el primer rey del
pueblo de Israel y con él el Señor cumple la petición del pueblo: «Queremos
tener un rey y ser como las demás naciones», 1Samuel 8, 20. Lo bello de esto es
la libertad con la que actúa el hombre, Dios respeta esa libertad y continúa
viendo de cerca el desenvolvimiento de la historia de la humanidad. Podrá errar
el hombre, cometer injusticias y pecados, pero Dios no se aleja, está más cerca
que nunca.
¿Pero
qué significa ser el ungido del Señor? ¿Qué debemos entender de qué sea Dios
quien elija un hombre como rey de Israel? Siguiendo
detenidamente la narración del texto que señala la elección de Saúl como rey de
Israel, podemos afirmar que “ungido del Señor” significa separación, apartado
del resto de la comunidad de los hombres, consagrado a Dios, hombre que está
permeado por el espíritu de Dios, pues se dice: «El espíritu de Dios invadió a
Saúl, y este cayó en trance profético», 1Samuel 10, 10. Dios elije a Saúl como
rey de Israel, porque Israel es el pueblo de Dios. Así que el rey debería
representar a Dios en su modo de gobernar, deberá mantener unido al pueblo,
procurará su bienestar, su prosperidad y seguridad, se trata pues de un
servicio amoroso al pueblo por eso después de ser ungido Saúl como jefe de
Israel se le dijo: «y lo librarás de los enemigos que lo rodean», v. 1.
Dios ha elegido al
soberano adecuado para su pueblo, aunque el texto señale que Saúl era «joven y
de buena presencia…apuesto…alto», 1Samuel 9, 2 de ningún modo debemos intuir
que solamente se le haya elegido por sus cualidades naturales. Las cualidades
de un líder son importantes, pero no fundamentales como el de realizar la voluntad
de Dios. Es de elogio el saber que fue elegido dentro de los clanes menos
importantes de las tribus de Israel, de una familia pobre y que pasaba
desapercibida por no ser de renombre, Cfr. v. 21. Y que primero es su elección y
unción por parte de Dios en privado y muy posterior la elección pública ante
todas las tribus de Israel, Cfr. 1Samuel 10, 20-27.
Dios no se equivocó
al elegir a Saúl como rey de su pueblo. Dios le concedió a Saúl la fuerza
necesaria, es decir, le concedió su gracia para que pudiera amar a su pueblo,
porque sólo con amor es posible el servicio, por eso el texto es muy claro
cuando dice que después de que Samuel lo ungió y le dijo algunas cosas: «Dios
le cambió el corazón; y aquel mismo día se cumplieron todas las señales» que le
refirió el profeta Samuel para que constatara que Dios lo había ungido como
jefe de su pueblo Israel, v. 9.
Las mulas que
nunca encontró parecen presagiar la duración del reino de Saúl. Las mulas
fueron encontradas, pero no por él. La gran responsabilidad que tiene en manos
el rey Saúl es una empresa que no podrá realizar adecuadamente si se aparta de
los mandamientos divinos.
Es Dios quien
garantiza la consecución de los proyectos, los talentos humanos juegan un papel
importante pero no son suficientes si Dios no mueve los hilos de la historia.
Dios, pues, continúa gobernando porque es el Señor dueño de todo por eso dice
el Salmista: «Tu victoria, Señor, le ha dado fama, lo has cubierto de gloria y
de grandeza», Salmo 20/21, 6.
Dentro de las muchas tareas y deberes que tenía
el rey, resalta una, cuidar que la fe en el Dios vivo permaneciera incorrupta.
Y la manera de lograrlo es obedeciendo las prescripciones de la ley. Y los
mandatos que el Señor da a través de sus profetas. Por tanto, el rey es
responsable del culto. Y el pueblo debe aprender a realizarlo debidamente. Cosa
que no cuidará Saúl.
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