“Brotará un renuevo del tronco de
Jesé, un vástago florecerá de su raíz”
Isaías 11, 1.
Isaías 11, 1-10; Salmo 71/72, 1-2. 7-8. 12-13. 17; Lucas 10, 21-24.
El día de hoy, el Señor infunde
esperanza a su pueblo. Su pueblo se había convertido en un tronco seco, donde
la verdadera vida estaba ausente. Para el pueblo eran tiempos difíciles,
reinaba la injusticia, el poder los oprimía, el clamor del pueblo era
desgarrador ante un rey que gobernaba impíamente y que no les escuchaba ni los
protegía. Bien podríamos sintetizar esta situación con la siguiente expresión
del Salmista que pide a gritos la intervención de Dios a favor de los
indefensos y menesterosos: «Rómpele el brazo al malvado, pídele cuentas de su
maldad, y que desaparezca…que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su
terror», 9B, 15. 18. Es dura la expresión del hombre que ora, pero en su
desgracia y opresión, en su angustia y miedo clama justicia y se hace comprensible
su petición.
Lo maravilloso de
esto es que Dios escucha el clamor de su pueblo y no se hace esperar, actúa y
lo hace portentosamente. Uno espera que Dios se abalance contra el malvado y lo
aniquile y sin embargo no es así. Dios enseña y lo hace con maestría. Actúa
infundiendo esperanza, no sólo para el hombre justo, pobre o desgraciado, sino
también para el hombre que comete maldades.
Consuela al pueblo
diciéndole: «Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su
raíz» e invita al que siembra el terror y la maldad que comprenda no sólo su
proyecto de amor sino que se asuma a él: «Habitará el lobo con el cordero, la
pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un
muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa…El león comerá paja con
el buey. El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la criatura meterá la
mano en el escondrijo de la serpiente», Isaías 11, 1. 6-8.
El proyecto de
Dios es incluyente y no margina a ninguno. El que hace el mal tiene incluso, si
cambia de actitud y aprende hacer el bien, un espacio y una función que
desempeñar en este proyecto de Dios, su reino santo. El señor Dios, a puesta
por la convivencia fraternal, por las relaciones sanas y responsables entre el hombre y la naturaleza; entre la propia naturaleza; y de Dios con el hombre y la naturaleza. Se
trata pues de tres tipos relaciones con tres sujetos claros y distintos: Dios, Hombre y Naturaleza. Relaciones
que brotan «de la ciencia del Señor», v. 9, es decir de un profundo
conocimiento generado por el propio Espíritu de Dios.
Este proyecto de
Dios, es obra de la Omnipotencia de su Espíritu Santo que lo permea todo. Es
Dios Espíritu Santo que hace que el hombre se humanice, que su condición sea
una de gran calidad y calidez. El Espíritu Santo es el perfeccionador del
hombre, lo hace fino y exquisito en sus relaciones humanas. El Espíritu Santo
ama la sociabilidad donde el hombre se enriquece y es más, no sólo en el
aspecto material sino sobre todo en los ámbitos espirituales (el aspecto
religioso, cultural, la música, el estudio, la ciencia, etc.).
Pero hay una
premisa: necesita el hombre estar empapado del Espíritu de Dios. Y lo
extraordinario es que el Espíritu de Dios puede descender en el hombre, al
menos, así lo intuyo cuando Isaías expresa: «sobré él se posará el espíritu del
Señor», v. 2. Por tanto, este proyecto de Dios que es un proyecto de amor,
donde su reino santo se hace palpable y no se instaura en el mundo de los
hombres sin la acción efusiva de su Espíritu.
Ahora,
comprendemos que si el retoño brotará del tronco de Jesé es gracias a Dios Espíritu
Santo. Y así sucede, cuando el Verbo se encarna en el vientre purísimo de la
Virgen Madre. ¡La profecía se cumple! Y con el Hijo de María, la Virgen Madre,
Jesús de Nazaret comienza la era del Espíritu de Dios, porque empieza
instaurarse la justicia divina, que resumidas cuentas es la justificación del
hombre, es decir, el perdón de sus pecados y la redención que le vienen dadas
misericordiosamente por la muerte en Cruz del Hijo de Dios. Redención que no sólo
es exclusiva aunque sí preferencial de los hombres e incluye también al “cosmos”
que había quedado sometida por la desobediencia de nuestros primeros padres.
El mensaje de
esperanza que el profeta nos dice es que la maldad que impera en el mundo se
acabará cuando el hombre deje que su corazón se moje del espíritu de Dios y actúe
según este espíritu: con sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, piedad
y temor de Dios, Cfr. v. 2. Así sea!
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