martes, 1 de diciembre de 2015

“Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz”
Isaías 11, 1.
Isaías 11, 1-10; Salmo 71/72, 1-2. 7-8. 12-13. 17; Lucas 10, 21-24.
El día de hoy, el Señor infunde esperanza a su pueblo. Su pueblo se había convertido en un tronco seco, donde la verdadera vida estaba ausente. Para el pueblo eran tiempos difíciles, reinaba la injusticia, el poder los oprimía, el clamor del pueblo era desgarrador ante un rey que gobernaba impíamente y que no les escuchaba ni los protegía. Bien podríamos sintetizar esta situación con la siguiente expresión del Salmista que pide a gritos la intervención de Dios a favor de los indefensos y menesterosos: «Rómpele el brazo al malvado, pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca…que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror», 9B, 15. 18. Es dura la expresión del hombre que ora, pero en su desgracia y opresión, en su angustia y miedo clama justicia y se hace comprensible su petición.
Lo maravilloso de esto es que Dios escucha el clamor de su pueblo y no se hace esperar, actúa y lo hace portentosamente. Uno espera que Dios se abalance contra el malvado y lo aniquile y sin embargo no es así. Dios enseña y lo hace con maestría. Actúa infundiendo esperanza, no sólo para el hombre justo, pobre o desgraciado, sino también para el hombre que comete maldades.
Consuela al pueblo diciéndole: «Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz» e invita al que siembra el terror y la maldad que comprenda no sólo su proyecto de amor sino que se asuma a él: «Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa…El león comerá paja con el buey. El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente», Isaías 11, 1. 6-8.
El proyecto de Dios es incluyente y no margina a ninguno. El que hace el mal tiene incluso, si cambia de actitud y aprende hacer el bien, un espacio y una función que desempeñar en este proyecto de Dios, su reino santo. El señor Dios, a puesta por la convivencia fraternal, por las relaciones sanas y responsables entre el hombre y la naturaleza; entre la propia naturaleza; y de Dios con el hombre y la naturaleza. Se trata pues de tres tipos relaciones con tres sujetos claros y distintos: Dios, Hombre y Naturaleza. Relaciones que brotan «de la ciencia del Señor», v. 9, es decir de un profundo conocimiento generado por el propio Espíritu de Dios.
Este proyecto de Dios, es obra de la Omnipotencia de su Espíritu Santo que lo permea todo. Es Dios Espíritu Santo que hace que el hombre se humanice, que su condición sea una de gran calidad y calidez. El Espíritu Santo es el perfeccionador del hombre, lo hace fino y exquisito en sus relaciones humanas. El Espíritu Santo ama la sociabilidad donde el hombre se enriquece y es más, no sólo en el aspecto material sino sobre todo en los ámbitos espirituales (el aspecto religioso, cultural, la música, el estudio, la ciencia, etc.).
Pero hay una premisa: necesita el hombre estar empapado del Espíritu de Dios. Y lo extraordinario es que el Espíritu de Dios puede descender en el hombre, al menos, así lo intuyo cuando Isaías expresa: «sobré él se posará el espíritu del Señor», v. 2. Por tanto, este proyecto de Dios que es un proyecto de amor, donde su reino santo se hace palpable y no se instaura en el mundo de los hombres sin la acción efusiva de su Espíritu.
Ahora, comprendemos que si el retoño brotará del tronco de Jesé es gracias a Dios Espíritu Santo. Y así sucede, cuando el Verbo se encarna en el vientre purísimo de la Virgen Madre. ¡La profecía se cumple! Y con el Hijo de María, la Virgen Madre, Jesús de Nazaret comienza la era del Espíritu de Dios, porque empieza instaurarse la justicia divina, que resumidas cuentas es la justificación del hombre, es decir, el perdón de sus pecados y la redención que le vienen dadas misericordiosamente por la muerte en Cruz del Hijo de Dios. Redención que no sólo es exclusiva aunque sí preferencial de los hombres e incluye también al “cosmos” que había quedado sometida por la desobediencia de nuestros primeros padres.
El mensaje de esperanza que el profeta nos dice es que la maldad que impera en el mundo se acabará cuando el hombre deje que su corazón se moje del espíritu de Dios y actúe según este espíritu: con sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, piedad y temor de Dios, Cfr. v. 2. Así sea!

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