jueves, 17 de diciembre de 2015

“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”
Mateo 1, 1.
Isaías 49, 2. 8-10; Salmo 71/72, 1-4. 7-8. 17; Mateo 1, 1-17.

Hoy 17 de diciembre iniciamos la segunda etapa del tiempo de adviento y la terminaremos el próximo jueves 24. La primera etapa de este tiempo litúrgico de adviento la iniciamos con el primer domingo de adviento y la concluimos el día de ayer 16 de diciembre. En esta primera etapa miramos al futuro, preparándonos para recibir a Cristo Jesús el Señor, lleno de majestad y de gloria, es un tiempo que deberá prolongarse durante toda la vida, pues nadie sabe ni el día ni la hora en el que el Señor vendrá.
En cambio, esta segunda etapa nos invita a detenernos a mirar al pasado pero con una perspectiva de fe, es decir, a descubrir la manera en que Dios cumplió sus promesas a nuestros padres en la fe (Abraham, Isaac, Jacob, etc.). Dios cumplió sus promesas enviando a su hijo, nacido de una mujer, por eso, esta segunda etapa nos invita a festejar el nacimiento del Hijo de Dios, quedando en segundo término la fecha, no importa tanto si nació el 25 de diciembre o el 4 de abril. Así que en navidad no es un tiempo para dar regalos sino para recordar que Dios ha decidido caminar con sus hijos los hombres.
Dios irrumpe en la historia de la humanidad, la desgarra por completo y la sana desde dentro. Es la primera catequesis que el evangelio de hoy nos enseña. El hijo de Dios tiene una familia concreta, con una cultura y un pasado, como cualquier otro ser humano en la tierra, por eso Mateo habla de: «Genealogía de Jesucristo». Esto indica ya, que Jesús de Nazaret no es una historia inventada por fanáticos o gente sin que hacer. Jesús está vivo y lo está con carne y hueso, pues es  «hijo de David, hijo de Abraham», 1, 1 insertándose así en las promesas en las que un día su Padre Dios prometió a Abraham y demás padres en la fe. Jesús es el hijo de la promesa por antonomasia y en él se cumple la bendición y profecía que Jacob otorgó a su hijo Judá: «No se apartará de Judá el cetro, ni de sus descendientes, el bastón de mando, hasta que venga aquel a quien pertenece y a quien los pueblos le deben obediencia», Génesis 49, 10.
Y como sucede en las familias, hay historias dignas de ser recordadas y otras no tantas, existen aciertos, errores, éxitos, fracasos y pecados en todas las familias. Y la familia de Jesús no está exento de ello. Si analizamos detalladamente la familia de donde proviene Jesús, nos encontraremos con Jacob el mentiroso y estafador, que en engañó a su Padre Isaac para robarle a su hermano Esaú no sólo la primogenitura sino también la bendición (27).  Jesús pertenece a la tribu de Judá. Y Judá hijo de Jacob es el que vendió por envidia a su hermano José a unos ismaelitas (37, 26-28). Y no sólo eso, engendró un hijo con su nuera Tamar a la que le había negado cumplir con la ley del levirato (38). David fue el traicionero, el asesino, el adultero (2Samuel 11).
Dios actúa en la historia de la humanidad muy a pesar de las sinuosidades de la vida de los hombres. Su acción es un misterio pero que jalona los hilos de la historia y escribe en ellos su voluntad. Hay una segunda catequesis que descubro: Dios no se avergüenza de su familia, las acepta y les ayuda a reformarse, a dignificarse. Dios ayuda al hombre a romper con las cadenas de esclavitudes. El futuro puede ser esperanzador para el hombre si logra reconciliarse con su pasado y corregirse en el futuro.
Una tercera catequesis, reside en la providencia divina, Dios continúa sosteniendo, acompañando, reprendiendo, enseñando, infundiendo esperanza a su gran familia.
La Biblia nos narra las grandes aventuras de los familiares de Jesús. Dios no abandona a sus familiares. No les da la espalda. Es siempre un Padre providente. Que les tiende la mano a pesar de las ingratitudes, desprecios e infidelidades. Dios se manifiesta así como un Dios que nunca ha dejado ni dejará de amar. Pues así como para un  padre o madre no hay hijo malo ni feo, de la misma manera, para Dios todos sus hijos son merecedores de su gran Misericordia, y eso es lo que en verdad significa el nacimiento de su Hijo. Dios tiene misericordia al hombre, su naturaleza roída y desfigurada por el pecado se convierte en signo de la acción salvadora de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario