lunes, 28 de diciembre de 2015

“Nuestra ayuda nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”
Salmo 123/124, 8.
1Juan1, 5-2,2; Salmo 123/124, 2-8; Mateo 2, 13-18.
«Nuestra ayuda nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra», Salmo 123/124, 8 es la confesión orante del hombre de fe. Este Salmo es un cántico de acción de gracias que se dirige a Dios por la salvación que ha realizado en favor de sus fieles, de su pueblo. Hoy hemos tenido la oportunidad de escucharlo totalmente en sus ocho versículos cuando se ha recitado como Salmo responsorial. Y nos permite en retrospectiva descubrir en qué ha consistido el auxilio que el Señor ha ofrecido a su pueblo. El versículo que estamos meditando nos ayuda a reconocer que la acción poderosa del Dios creador también se manifiesta en acciones concretas de salvación.
Pensar en las acciones concretas de salvación que el Dios creador realiza nos debe motivar para descubrir cuáles son esas mediaciones que el Señor pone a nuestro alcance para liberarnos de los “males” que nos circundan y nos sumergen en la desesperación, angustia y miedo. Esto implica estar atentos, discerniendo constantemente la realidad porque Dios está cerca y mueve los hilos de la historia siempre a favor del hombre. Es interesante la manera como el Poeta (el Salmista) compara su situación y desgracia a la red que tienden los cazadores de pájaros, el texto subraya: «Nuestra vida se escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. La trampa se rompió y nosotros escapamos», v. 7.
Un ave en desesperación logró romper la red y pudo volar. Esto nos da pie para decir, que la angustia, el miedo, la desesperación, la frustración, la soledad que provocan las situaciones negativas la beberemos hasta la última gota, es decir, el dolor y el sufrimiento forman parte de la propia humanidad del hombre. Ese dolor y sufrimiento nos hace de un modo experimentarnos vivos y nos dan lucidez para querer conservar la propia vida. Así que todas estas formas de sentimientos que el hombre puede experimentar ante las situaciones críticas para que no oscurezcan la mente se deben aceptar, para digerirlas mejor y lograr ver la salida o el camino para afrontarlas adecuadamente.
Hoy al celebrar a los santos inocentes, mártires, el evangelio nos presenta una mediación directa que le sirvió a José para custodiar la vida de su hijo Jesús y de su esposa María: «el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo», Mateo 2, 13. La mediación directa que el Señor utiliza para salvar a su propio Hijo es el Ángel, se trata pues de una mediación sobrenatural, divina por decirlo de un modo.
Pero existieron otras mediaciones y que son humanas las cuales no se enumeran, pero son también muy importantes y por esa razón no se pueden infravalorar, por ejemplo: el propio José y su destreza para llegar a Egipto sano y salvo con su esposa e hijo; la caravana de mercaderes que comúnmente se desplazaban en las rutas comerciales por esa región y que sirvió como camuflaje a la Sagrada familia; la misma población en Egipto que acogió a los migrantes y permitió que José pudiera sostener con su trabajo a su propia familia; incluso no hay que restarle el mérito a los medios de transporte de ese tiempo, el burrito, el buey, los camellos; el dinero, etc. Hay pues muchas mediaciones que aparecen alrededor de una desgracia y es posible que no se vean tan claramente como cuando uno está en paz y en tranquilidad, pero todas ellas responden o mejor dicho se interrelacionan para poder tocar o experimentar lo que en la fe llamamos providencia divina.
La muerte de los inocentes no son una mediación que Dios utiliza para salvar a su Hijo. La muerte de los niños inocentes son la consecuencia de un corazón borracho de poder, de envidia y de odio ante quien es en verdad por linaje y dinastía el auténtico rey de Israel: Jesús de Nazaret. Porque hay que decirlo, Herodes es idumeo no es israelita, por lo tanto, por su sangre no corre la genealogía davídica. En cambio, con Jesús sí porque es hijo legítimo de José que pertenece a la casa de David.
Y, sin embargo, la sangre derramada de esos inocentes no fue en vano. Herodes quiso dar muerte al niño Jesús asesinando a todos los pequeños menores de dos años y Dios sacó de lo trágico, porque toda muerte es trágica, algo maravilloso: los coronó dándoles vida eterna. Los niños inocentes perdieron la vida injustamente, pero Jesús que es Dios, es también un intercesor «Justo» ante el Padre, el cual les concede la corona de la inmortalidad, Cfr. 1Juan 2, 1.
La fiesta de los santos inocentes nos recuerda que el Dios en el que creemos es ante todo el Dios de la vida. Y nos enseña también, que el hombre a pesar de que es un ser vivo puede convertirse en destructor de la propia vida como la del prójimo, y eso, nos debe invitar a estar siempre atentos y vigilantes para respetar siempre la vida de los demás seres de la creación.

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