“He aquí que yo
les enviaré el profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor, día grande
y terrible”
Malaquías 3, 23.
Malaquías 3, 1-4. 23-24; Salmo 24/25, 4-5. 8-10; Lucas 1, 57-66.
Cuando era pequeño recuerdo que
esperaba con ansías la llegada de papá a casa, debajo de sus hombros siempre
traía algo para mis hermanos y para mí, cansado, sudado, con el rostro sucio,
con su aliento que evidenciaban algunos tragos, y cuando le sacábamos los
botines, hasta el fondo venía el rollo completo de su salario. ¡Era un momento
de dicha y verdadera alegría! Pero también muy vivamente recuerdo, cuando
llegaba a revisar lo que nos había pedido que hiciéramos y por jugar o
entretenernos en otros menesteres se nos olvidaba o lo postergábamos para el
último momento que después no alcanzábamos a cumplir con lo cometido, ese
momento era de angustia, aunque seguía siendo el papa bueno de siempre.
Dirán que exagero,
pero esta anécdota me ayuda a comprender lo que sucederá en la segunda venida
del Señor Jesús, para algunos será como dice el profeta Malaquías: «día grande
y terrible», 3, 23. Pero para los que vivieron la condición de hijos amados del
Padre porque realizaron siempre su voluntad, recibirán con gozo al Hermano
Mayor, al Primogénito, a Jesús el Señor y será para ellos como explica el
Salmista: «Con quien guarda su alianza y sus mandatos, el Señor es leal y
bondadoso», Salmo 24/25, 10.
Para que la venida
del Señor sea no un “día terrible” sino un acontecimiento salvífico de alegría
y júbilo hemos de aprovechar el tiempo que tenemos de vida. Para quienes andamos
en malos pasos hemos de arrepentirnos y convertirnos al Señor, pues está
escrito: «porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el
sendero», v. 8. Y quienes son fieles servidores del Señor se les exhorta a no
dejarse corromper por la mentalidad de este mundo, porque también el Señor: «guía
por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos», v. 9.
Descubro entonces
que la profecía de Malaquías se ha cumplido en un cierto sentido y Jesús fue
quien lo explicó a sus discípulos cuando le preguntaron: «¿por qué dicen los
letrados que primero tiene que venir Elías? Jesús respondió: pero les aseguro
que Elías ya vino, no lo reconocieron y lo maltrataron. Del mismo modo el Hijo
del Hombre va a sufrir a manos de ellos. Entonces comprendieron los discípulos
que se refería a Juan el Bautista», Mateo 17, 11-13. Esta profecía de Malaquías
se cumple al nacer Juan el hijo de Zacarías e Isabel como lo atestigua el
evangelio de Lucas 1, 62. Juan fue el mensajero del Mesías, y preparó el camino
del Señor, Cfr. Malaquías 3, 1.
Hoy la palabra del
Señor nos enseña que Dios es fiel a sus promesas, él cumple sus palabras y hace
en ese sentido valederas el ministerio de los profetas al cumplirse los
vaticinios que han proclamado.
Pero el Señor
vendrá de nuevo, primero vino en la carne a redimirnos a concedernos la riqueza
de la Salvación y mañana lo recordaremos al celebrar su nacimiento. Esta
segunda venida será el juicio sobre vivos y muertos pues Él mismo dice: «Yo
llegaré pronto llevando la paga para dar a cada uno lo que merecen sus obras»,
Apocalipsis 22, 12. Por eso dice el profeta: «¿quién podrá soportar el día de
su venida? ¿quién quedará en pie cuando aparezca?», Malaquías 3, 2. Este
mensaje no es de temor sino de total esperanza, porque todavía es tiempo de
experimentar la misericordia del Señor (Cfr. Lucas 1, 58). Y todos hemos de
exclamar, porque todos necesitamos de su gracia nadie está exento de ello, como
enseña el Salmista: «Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de
tu doctrina», Salmo 24/25, 4.
Y es verdadera
doctrina el reconocer que como decía san Bernardo de la existencia de una
venida intermedia. La primera y segunda venida son visibles, pero ésta no. La
venida intermedia es espiritual y se manifiesta con la fuerza de su gracia que
nos dan los sacramentos. Así que cuando un corazón se abre a Dios, se
arrepiente, confiesa sus pecados y corrige su modo de vivir, como le sucedió a
Zaqueo, escucha lo que Jesús dice: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa»,
Lucas 19, 9.
Hermanos, mientras
tengamos vida, tenemos esperanza. No desaprovechemos el tiempo y abramos el
corazón al Señor y reconciliémonos con Él.
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